OCT.2020 8 de octubre.
DIA DEL TEATRO LATINOAMERICANO
MENSAJE 2020
Por Carlos
Ianni
Si algo soñamos los artistas cada vez que llegamos al teatro es ver el
cartel de “Localidades agotadas”. Sin embargo, desde principios de este año y
producto de la pandemia, el cartel que vemos se ha vuelto pesadilla: “Cese total
de actividades”. Que el fenómeno sea global no alivia, pero sin duda lo vuelve
más que singular y nos enfrenta a aquella vieja idea de que las cosas, en este
caso el teatro, suelen ser valoradas en su verdadera dimensión cuando las
perdemos (…aunque sea por un tiempo).
Afirmaba hace unos años que las nuevas
tecnologías revalorizaban y ubicaban en su justo lugar el estatuto de ceremonia
del teatro, su cualidad de existir en tiempo real entre cuerpos presentes. En
ese sentido, sigo pensando que el teatro, como arte vivo y efímero que es, no
tiene sustituto posible. Pero ¿qué pasa hoy con el teatro? ¿Cómo enfrenta esta
realidad en que todas las salas del planeta están cerradas? ¿Qué es el teatro
hoy?
La pandemia ha vuelto al mundo completamente plano, los cuerpos están
ausentes o se vuelven peligrosos y todo es mediado por la imagen. Es un mundo (e
insisto en hablar de mundo porque la humanidad toda tiene un mismo desafío)
donde el encierro hace carne aquello que Beckett puso en la voz de Estragón: “No
ocurre nada, nadie viene, nadie se va”. En este contexto, ¿qué lugar tiene el
teatro? Ese teatro como ritual que pone en evidencia un derroche de vida sobre
el escenario, que ocurre en un aquí y ahora posibilitando la comunión entre los
cuerpos de actores y espectadores. Sin ese aquí y ahora, sin encuentros de
cuerpos… ¿hay teatro? Definitivamente no.
Con suerte, el hecho teatral sobrevive
fantasmagóricamente en la memoria de los espectadores, porque todo registro que
hagamos de él, por definición, no es teatro. Hoy el teatro es un espectro de lo
que fue y vaga errante por las pantallas. El teatro mediatizado por la
tecnología no lo reemplaza: nos consuela. Pero precisamente por ese impulso
vital que define la propia esencia del teatro, lejos de regodearse en el vacío y
la ausencia de sentido o finalidad les teatristas hemos reaccionado.
Han
aparecido en estos meses otras apuestas desde la tecnología (espectáculos vía
streaming, cursos, mesas redondas y foros virtuales, y una infinidad de
experiencias vehiculizadas a través de todos los medios digitales conocidos). Si
bien, como dije, lo virtual no es teatro, sí debemos reconocer que es otra forma
de expresión y como tal tiene su propio valor (en estas circunstancias) y que
demuestra, una vez más, que las gentes de teatro “hacemos con lo que hay”,
superando obstáculos y limitaciones. Qué permanecerá de todo esto, el tiempo lo
dirá.
A la vez, la ausencia del hecho teatral ha puesto de manifiesto de forma
muy cruda que somos trabajadores de la escena, que como tales vivimos de lo que
hacemos y que ante esta crisis nos encontramos desamparades, por fuera de las
asistencias que -con distintos niveles de efectividad- ofrecen los Estados a les
trabajadores. Hace no mucho tiempo, algunos funcionarios se jactaban de que
Buenos Aires era la capital teatral del mundo debido a la cantidad de salas de
teatro en la ciudad y a la cantidad de espectáculos que se presentaban en ellas.
Hoy, la crisis que sobrevuela a la producción teatral independiente es única y
cruenta: cierre de salas, artistas organizando bolsones de comida, acciones
solidarias para quienes no perciben ingresos, etc. La virtualidad a la vez puede
haber acercado a quienes usualmente no concurren al teatro porque no lo tienen
en su ciudad o porque lo ven como algo por fuera de sus hábitos.
Podríamos
pensar entonces que quizás estas experiencias hayan mejorado y democratizado el
acceso a la cultura en general y al teatro en particular y que cuando vuelvan a
abrir las salas se acercarán nuevos públicos. ¿Será así? Es en estas
circunstancias que el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral
CELCIT cumple 45 años de ininterrumpida actividad. Nacido en la resistencia a
las dictaduras, subsistiendo al empobrecimiento económico y cultural de
gobiernos neoliberales y ahora sobreviviendo, no sólo en sentido metafórico, a
una pandemia que cuenta de a miles los muertos, la institución se ha mantenido
fiel a los principios que le dieron origen: aportar desde el campo cultural a la
integración latinoamericana, al sueño de la Patria Grande.
Sin duda en estos
45 años muchas cosas han cambiado, pero cada transformación, cada nuevo programa
de trabajo ha sido realizado en función del proyecto histórico que le dio origen
y fieles a nuestros propósitos. Hemos cambiado, es cierto, pero con orgullo
podemos decir que seguimos siendo los mismos. Nos cuenta
Eduardo Galeano que “la
mujer y el hombre soñaban que Dios los estaba soñando. Dios los soñaba mientras
cantaba y agitaba sus maracas, envuelto en humo de tabaco, y se sentía feliz y
también estremecido por la duda y el misterio. Los indios makiritare saben que
si Dios sueña con comida, fructifica y da de comer. Si Dios sueña con la vida,
nace y da nacimiento. La mujer y el hombre soñaban que en el sueño de Dios
aparecía un gran huevo brillante. Dentro del huevo, ellos cantaban y bailaban y
armaban mucho alboroto, porque estaban locos de ganas de nacer. Soñaban que en
el sueño de Dios la alegría era más fuerte que la duda y el misterio; y Dios,
soñando, los creaba, y cantando decía: Rompo este huevo y nace la mujer y nace
el hombre. Y juntos vivirán y morirán. Pero nacerán nuevamente.
Nacerán y
volverán a morir y otra vez nacerán. Y nunca dejarán de nacer, porque la muerte
es mentira”. Con la ferviente convicción de que la salida de esta crisis sólo
será posible si actuamos de manera colectiva y solidaria, va de corazón mi deseo
de que el escenario vuelva a reunirnos pronto. En estos momentos tan difíciles,
sé que el teatro re-nacerá. Estamos locos y locas de ganas de re-nacer. Y sé que
la alegría y la pasión son más grandes que las dudas y el misterio.
CARLOS
IANNI (Argentina) Director, docente y productor teatral. Director del CELCIT