Wednesday, July 12, 2006

EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES/ Armando Arteaga

La novela de James M. Caìn.
Viejo guiòn cinematogràfico.

CRITICA DE CINE
EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES*

    Por Armando Arteaga

Jessica Lange

El relativo éxito de “The postman always rings twice” (“El carte­ro llama dos veces") viene del reconocido prestigio de su director Bob Rafelson, uno de los grandes cineastas de la BBC -para la que realizó “Mi vida es mi vida” y “Encuentro sin salida”- y a quien los pro­ductores de la Fox echaron del set de rodaje de la película “Brubaker”, tildándolo de "incapaz".

“El cartero llama dos veces” es una crónica de amantes asesinos, tomada de la serie negra de James M. Caín (escritor célebre del policial de la cumbre de Chandler y Hammett) y cuyas obras han sido varias veces lle­vadas al cine y la televisión.

El tratamiento que Rafelson le da a la intriga de Jack Nicholson y Jessica Lange es testimonial de la novela de Caín y nos traslada al realismo del ci­ne negro americano de los años cua­renta y al contexto de la depresión económica del Chicago de entonces que aparece episódicamente en el film.
La dirección de Rafelson en “El car­tero llama dos veces”, -y que busca en nosotros los espectadores la peligro­sa compasión por los protagonistas de su crónica amorosa y policial-, es irónica y sensual.

El filme de Bob Rafelson hace lucir la pareja Jack Nocholson y Jessica Lange.


Desde las primeras escenas de Frank Chambers cuando aparece en la autopista, rudo y desenfadado, el personaje encarna, su inexorable y fa­tal destino: el fracaso del "hombre clausurado", que tiene mucho del dangling, de los dramáticos héroes de Saúl Bellow. La acción cinematográ­fica que nos describe Rafelson en “El cartero llama dos veces” es un clásico triángulo amoroso en un desolado res­taurant-estación de gasolina -al borde de una autopista y en cuyos vértices encontramos a tres seres asfixiados y go­bernados por el apartamento dentro de sus propias habitaciones,; una relación personajes-espacio cerrado, dualidad que brota y lo abarca todo en el filme: Frank, la estación de gasoli­na, el griego Papadakis, el restaurant y su mujer Cora, la cocina y el lecho conyugal.


Por eso, la primera ruptura memo­rable en la historia de Caín y la di­rección fílmica de Rafelson, son los movimientos iniciales de la cámara en elipsis dentro del restaurante y el ambiente sombrío y delicado del escenario que le imprime la fotografía de Sven Nykvist, es la seducción forzada de Frank a Cora y la fornicación en la mesa de la cocina; y la segunda, cada vez que Papadakis enrrumba por la autopista y se sale del espacio ce­rrado y asfixiante del triángulo, e in­crementa las pasiones de los aman­tes, y que luego desembocará en el primer intento de asesinato del mari­do engañado.



Un estupendo filme policial.
La fiesta de la comunidad de emi­grados griegos, el tramado accidente que esconde el asesinato de Papada­kis, el incidente judicial y el matri­monio de Frank y Cora, son los entreactos del sollozo final; la segunda llamada de la frustración (la muerte de Cora). La primera fue la muerte de Papadakis. El mensaje llega tan di­recto. El "vencido" sería de otro mo­do si el mundo representara bien su papel y fuese -además- un mundo mejor. Frank, Papadakis y Cora, son los héroes estereotipados de las novelas de la “generación vencida”.



*Publicado en Expreso 01/04/1982
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