Saturday, February 27, 2016

REQUIEN POR LA VANGUARDIA TEATRAL DE FINES DE LOS SETENTA

REQUIEN POR LA VANGUARDIA TEATRAL 
DE FINES DE LOS SETENTA

Por Armando Arteaga

Desaprovechada e insólita, una verdadera lastima,  fue mi actitud de patear el tablero en contra de la cartelera teatral limeña a fines de los años setenta.  Mi pasión por el teatro, que había sido una fascinación desde “churre”, se vio resquebrajada por el aburrimiento que me producían las mediocres puestas en escena de las pocas obras de teatro que se presentaban en aquellas temporadas  de aquel  marasmo cultural de entonces. 

Me fui del teatro tirando la puerta cerrada por ese publico conformista que aplaudía a cualquier mediocre actor o, a cualquier desinformado director, que sin rigor ni exigencia alguna por el trabajo de dramaturgia, mostraban los teatros vacíos, intrascendentes, sin dispositivos escénicos, petrificados por el tedio como espectáculo. 



Revista Escénica

Nada en ese momento se comparaba a los inicios, en ese aprendizaje teatral en el TUNI con Atahualpa del Cioppo, ese director uruguayo, tal vez el más destacado  director de escena que hubiera conocido, deslumbrado por la puesta en escena de Ubu Rey de Alfred Jarry bajo una carpa de circo en el Campo de Marte.  El maestro Atahualpa del Cioppo, se presentó en la escena teatral de entonces como un distinguido provocador e interlocutor del distanciamiento brechtiano. Nadie conocía de Brecht tanto como él.   En el teatro de la Facultad de Arquitectura de la UNI donde disertaba cada tarde nos dejaba  la evidente denuncia social y la preocupación por el enrevesado argumento del contexto político e ideológico. 

De Bertolt Brecht pasamos al marxismo (peldaño a peldaño se subía pacientemente hasta el ultimo piso de Gramsci, en el enredo del nonato “compromesso storico”).  Por eso, aun recuerdo haber participado en un grupo de estudiantes que nos propusimos la lectura colectiva de las obras completas de Bertolt Brecht, tarea que años después personalmente he complementado  con la lectura de las traducciones, del alemán al español,  por Miguel Sáenz, versiones asequibles y pulcras para la “mise in scene”. 

Una de las obras que mas me impresionó al leer a Brecht fue “La mujer judía” (Die jüdische frau), un drama que dura unos treinta minutos.  De dos personaje, un hombre y una mujer.  La escena ocurre en el dormitorio de la protagonista.  En tiempos de la Alemania nazi, una mujer judía, bella, sofisticada, burguesa, decide dejar el país al comprobar el peligro de sus vidas y el desarrollo de la profesión de su esposo. Busca una intriga para lograr su objetivo de sacarlo al esposo del infierno nazi: aunque él no acepta, ella se va.  Nada ni nadie la retiene. 

Son varios los directores que han probado suerte con Brecht, a partir de los trabajos de Atahualpa del Cioppo, ninguno  ha podido superar este aporte en nuestro medio teatral.  Y es que para poner en escena a Brecht se necesita poseer muchos conocimientos, eliminar lo superfluo y el  facilismo en la acción teatral, entender la tragedia insólita de este tiempo actual que nos lleva a la autodestrucción humana por el capricho del capitalismo como sistema. 

El terrorismo, es una plaga del mundo contemporáneo, tal vez por la resonancia que este espectáculo desgarrador ofrece en las comunicaciones instantáneas: la televisión-cable  y el internet. Lo que distingue al terrorismo de otras formas de criminalidad violenta y organizada de los antisociales es que busca influir pánico en la ciudadanía, destruir la disciplina social y paralizar a las fuerzas defensoras de la sociedad. 

Brecht


Eso lo sabía Brecht, cuando escribió esta obra estupenda que se llama “El Delator” (Der Spitzel), un drama de veinte minutos, que se desarrolla en la sala estar de una familia de clase media.  La obra tiene por personajes dos mujeres (una principal), un hombre y un muchacho adolescente.  La historia es, un matrimonio atemorizado en los tiempos de la Alemania nazi, tiene desconfianza de todo: de la criada, de los amigos, de los vecinos, e incluso de su propio hijo.  El hijo, un adolescente fanático afiliado a las juventudes hitlerianas.  La familia llega a la situación de un verdadero horror ante la duda de si el hijo, que ha salido a la calle, habrá ido a delatarlos. 

Estas dos  obras de Brecht,  expresan dramáticamente el terror y sus secuelas de manera rotunda y eficaz, Ese terror, que es una plaga, que paraliza y destruye los sentimientos elementales y básicos de la familia, la confianza y el amor entre los semejantes.  Todo el peso del montaje descansa en la interpretación de los actores.  El director debe lograr un clima de inquietud y tensión en aumento que va transformado a estos personajes en dementes. Mostrándonos un mundo dominado por la locura. 

Otra obra de Brecht, que resulta fundamental,  para entender el “teatro épico” y el L“distanciamiento”, es “Madre Coraje y sus hijos” (Mutter Courage und ihre kínder), acto de doce cuadros. Pero, ese es otro asunto, de un teatro brechtiano que nunca pudimos ver.  Pues Brecht estaba muy lejos, y llegó la hegemonía de Stanislavski  con su teorías del “sí” y del “no”, de otras “distancias” más o menos significativas que priorizaban la “preparación del actor” para olvidarse que el escenario es importante, “el espacio vacío” del que hablaba Peter Brook, es tan importante como el publico que se aburre con tantas “teorías”  y el espectáculo agoniza falto de épica cuando se cierra el telón de la sala, y de la critica: nada.

Atahualpa del Cioppo

La muerte del director de escena en la obra teatral  no es el mismo “argumento” del conflicto del personaje que sustentó, por ejemplo,  Darío Fo: La muerte accidental de un anarquista. Recuerdos del maestro Atahualpa del Cioppo en mis “Apuntes sobre puesta en escena” de un estudiante de matemáticas que metía su nariz en asuntos de literatura dramática.  Valió la pena husmear en la poética teatral de Brecht, y llevando el maletín de “asistente de dirección” del maestro uruguayo que sabia tanto del distanciamiento brechtiano. 

Pura ficción científica que me ayudó  a demostrar por el absurdo el teorema de la vida y las paradojas de la historia. Derecha más izquierda igual revolución, teorizaba Renzo Casali.  El hombre A. es un monstruo, cojea de la pierna izquierda.  Este otro señor B. tuvo la mala suerte de nacer con la pierna derecha más larga que la izquierda.  La eliminación de los sentimientos no es un accidente más de la palabra, mejor mirar la calle, y prohibido estar triste.