Tuesday, April 25, 2006

RECORDANDO A JAMES AGEE/ ARMANDO ARTEAGA


La Critica Cinematográfica

RECORDANDO A JAMES AGEE

Por Armando Arteaga



La novela de James Agee.

Lo que más admiro del periodismo norteamericano es la in­ventiva escritura de James Agee: poeta, periodista, novelista y guio­nista de cine. Su novela póstuma “Death in the Family” (Muerte en la Familia), obtuvo el Premio Pulitzer en 1958.

Creo que la admiración que muchos sentimos por Agee, es por la objetividad y la extrema libertad que le puso a su pluma de periodista. Sobre la crítica ci­nematográfica de Agee, el poeta W.H. Auden dijo que constituyó "el más nota­ble acontecimiento sucedido en la pren­sa norteamericana" en la década de 1940.

Lo descubrimos a Agee -por primera vez- en la Antología de la Poesía Nor­teamericana de Ernesto Cárdena! y José Coronel Urtecho, y en aquel libro apa­rece su célebre Domingo: alrededor de Knoxville, Tenn, y del cual el mexicano José Emilio Pacheco ha realizado su ma­gistral "Imitación a James Agee", y que en nuestro medio fue publicado por la revista Amaru.

Agee destacó también como guionis­ta en “The African Queen” (La Reina Afri­cana) dirigida por John Huston, y “Night of the Hunter” (La Noche de! Cazador] dirigida por Charles Lughton.
Los escritos de carácter cinemato­gráfico de Agee, sólo tienen precedente, en el caso de la crítica anglosajona, con los escritos de Elia Kazan, Penélope Houston, la tremendista Pauline Kael, y Stanley Kauffman.

“La Época de Oro de la Comedia de James Agee” (1), nos recuerda aquellos excelentes escritos sobre el tema del cine, como aquel de Carlos Fuentes sobre “Buñúel” , o el “Ojo del Cinema” de Raymand Durgnat. Agee describe el período mudo de la comedia, desde los cortos de Mack Sennett hasta las obras maestras de Chaplin, como la trayectoria de un deterioro. Los felices espectadores que recuerdan la mejor época de las comedias del cine mudo, junto con las carcajadas y trapa­tiestas que las acompañaban, cuentan con algo así como normas para apreciar la decadencia. 

 El poeta Agee.

Desfilan así por entre las líneas de Agee. El inolvidable Bien Turpin con sus clisés finos de la infancia del lenguaje cómico del cine mudo. Las bellas bañis­tas de Sennett y sus parodias o secuen­cias entrelazadas con los pastelazos en la cara que inventó para el cine Mack Sennett con sus actores de los teatros de burlesque. Los trucos fotográficos y los gags de Laurel y Hardy. Chaplin co­miéndose un zapato cocido como si fue­se una trucha de río en “Gold Rush”, y de quien dice Agee que es e! cómico que trabajó con mayor comprensión y agude­za dentro del marco de lo que es el hombre y de todo aquello a lo que tiene que enfrentarse. Las gafas de Harold Lloyd y su imperturbable y triste rostro como la de un daguerrotipo, en Al Fin Seguro, cuando Lloyd es empujado al extremo de una asta de bandera por un perro furioso, el asta se rompe, Lloyd cae, pe­ro logra asirse del minutero de un enor­me reloj, con su peso la manecilla des­ciende del IX al VI, la carátula del reloj se afloja y, Lloyd queda colgado de la cuerda a gran altura de la calle, desde lo alto de un edificio. Y también, Harry Longdon como un dibujo de kindergarten. Y Buster Keaton con su gran cara de palo, que parecía un toxicómano -apun­ta Agee- y sus "chistes mecanizados" ayudado por el uso de aparatos electró­nicos y motorizados. El “tiempo de oro“ de la comedía, y que Agee llamó, un dis­ciplinado desenfreno.

(1) Agee on Film/ Editado por Grusset & Dunlap.

*Publicado en el diario Expreso, 22/05/1982.
 

Wednesday, April 05, 2006

NICHOLS, UN FRANCOTIRADOR / ARMANDO ARTEAGA

Nichols, un francotirador

Por Armando Arteaga

La revista “Newsweek” definió a Mike Nichols, cuando este realizador tenía 35 años, como “el único director estrella del cine norteamericano”, dedicándole la portada de su importante publicación a este contestatario hollywoodense.

Nichols, hijo de un médico judío de origen ruso, nació en Berlín, y a los siete años emigró a Estados Unidos huyendo del régimen nazi. Tras dejar sus estudios de psiquiatría en la Universidad de Chicago, se trasladó a Nueva York, la ciudad de sus amores y a la que ha sido fiel habitué desde siempre.
El director Nichols, que por ahora cumple 70 años, debutó detrás de cámaras con la adaptación de "Who's Afraid of Virginia Woolf?" (¿Quién teme a Virginia Woolf?, 1966). La película fue premiada con cinco Oscars. Un año después, Nichols ganaba otra vez un Oscar, como mejor director, por "The Graduate" ("El graduado"), que desde entonces sería un clásico de fines de los años 60.

Nichols ha puesto sus trabajos con cierta regularidad en escena, tanto en Broadway como en Hollywood, éxitos como “Silkwood”, un tenue thriller, sobre denuncias sociales en una fábrica de productos nucleares, o la comedia “Working Girl” (Armas de mujer), las hazañas de una secretaria que suplanta a otra mujer: su jefa, o la adaptación cinematográfica “The Bird Cage” (Una Jaula de Grillos), una comedia teatral francesa con temas de homosexualidad.

Pero no siempre han sido “éxitos” los filmes de su carrera cinematográfica. Entre sus trabajos más flojos y mal recibidos destacan el melodrama "Regarding Henry" (A propósito de Henry), con Harrison Ford, y el "Lobo", la adaptación en comedia de un relato tradicional, con Jack Nicholson.

Sin embargo, estas películas, rodadas a principios de los noventa no han perturbado su prestigio como crítico severo de la sociedad norteamericana. Fue,  a finales de los cincuenta,  cuando Nichols dio el salto decisivo en su carrera al realizar por encargo un programa televisivo semanal. Junto a la actriz de comedia Elaine May que se convirtió pronto en un rostro previlegiado haciendo alarde de un tenaz sentido del humor.

Para Nichols,  la pasión,  era dirigir, y su primer intento, "Descalzos en el parque", con Robert Redford, se convirtió rápidamente en un éxito en 1963. Cuando Redford descartó la oferta de interpretar "El graduado", Nichols descubrió a un entonces desconocido actor: Dustin Hoffman. Fue la primera oportunidad para Hoffman. 


Con esta película, ahora ya un clásico, Nichols se burlaba de las mentiras de las diversas clases de los perjuicios sociales, sexuales, y este filme consagró a Hoffman en la cúspide del interés cinematográfico.

Su último trabajo, la comedia de ciencia ficción "What Planet Are You From?" no valía ni el boleto de la entrada al cine , y su sátira política "Primary Colours" (1998), en la que además de recuperar a un John Travolta venido a menos, parodia a Clinton, presentando a un candidato presidencial que pierde los papeles y la cabeza con las faldas de las mujeres, tuvo una buena acogida por los críticos, pero la taquilla no le acompañó.
Sin embargo, el buen talante de Nichols en el teatro volvió a ser celebrado este verano en Nueva York con la “mise in scene” de un clásico de Chéjov, "La Gaviota". El director consiguió que la actriz Meryl Streep volviese a las escenarios teatrales tras veinte años de prolongada ausencia. Nichols tiene fama de conversador, y sigue con la puntería de buen francotirador.

(Publicado en "Del Paìs"Noviembre del 2001).

Tuesday, April 04, 2006

EL PIANISTA DE POLANSKI / ARMANDO ARTEAGA

EL PIANISTA DE POLANSKI

Escribe Armando Arteaga




La ultima película de Román Polanski, El Pianista, basada en una historia real -el guión está trabajado sobre la vida del pianista Wladyslaw Szpilman-, nos muestra los sufrimientos de los judíos en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial. Szpilman fue uno de los grandes pianistas de su época, recientemente fallecido. A través de las vivencias que narra Polanski, centrándose en la autobiografía de Wladyslaw Szpilman y de su familia, desde la invasión alemana a Polonia, la formación del ghetto y los traslados masivos, podemos ver una vez más, y con diversos ejemplos de la brutalidad humana, todos los sucesos pasados y sufridos por el pueblo polaco-judío ocurridos durante el régimen nazi. Tras esta primera parte del filme, la historia sigue la narrativa personal de Szpilman en su lucha por sobrevivir en una Polonia destruida, apelando a las amistades, la suerte individual, y hasta a su condición de pianista. Polanski demuestra que las manifestaciones de resistencia de los judíos no fueron más que eso, algunos esfuerzos individuales, rápidamente aplastados y trágicamente tardíos, cuando eran muy pocos, viendo a sus compañeros morir en el día a día. Hay muchos ensayos y libros acerca de la pasividad del pueblo judío, mostrados como pacíficos ciudadanos, yendo al matadero, a los hornos. Se puede explicar esta pasividad por sus características religiosas, por su necesidad de sufrimiento ante el ojo divino. El filme demuestra la pasividad de unos ante los otros, la falta de solidaridad en algunos casos (los polacos ayudan más a los judíos, que los judíos entre sí), salpicado el filme con escenas brutales y ejecuciones, y detalles técnicos a que ya nos tienen acostumbrados este género fílmico sobre el holocausto. ¿Qué hace diferente a esta película? En realidad, no mucho. No dice cosas nuevas y repite mucho de lo mismo. Lo particular es el caso de Szpilman, un sobreviviente, y las relaciones que se tejen entre polacos, alemanes y judíos, según la coyuntura y la situación de guerra permanente en que están. Eso es lo más rescatable a mi parecer; lo demuestra en parte la destreza de Polanski. Las actuaciones son buenas. Pero ya cansan esas películas testimoniales de casos personales de supervivencia. Si no fue esa la intención de Polanski, sus logros consisten en plasmar la contraparte, la falta de solidaridad de ciertos pueblos cuando se equivocan en sus apreciaciones políticas e históricas, el egoísmo y el ostracismo, y la pasividad ante la muerte. El pianista es una mirada agónica del artista sobre este suceso político y violento de esa hora difícil de la historia polaca.
 

(Publicado en "Del Paìs", noviembre del 2004).