Tuesday, September 01, 2009

BLOW UP DE ANTONIONI/ GUILLERMO ARIAS

BLOW UP DE ANTONIONI


“[...]Va a ser como si vivieras el rodaje de BLOW UP” ( “Portadas en el Vogue” de Los Flechazos , “En el Club”, DRO 1989)

Hay dos temas que personalmente quisiera tratar y que están íntimamente relacionados con BLOW UP, aunque no exactamente relacionados con su análisis o comprensión posterior. Son dos temas unidos, relacionados entre sí y que han desprestigiado o desfavorecido a la “carrera cinematográfica” de Michelangelo Antonioni y en concreto este film BLOW UP. El primero de estos temas es el apropiciamiento por parte del colectivo mod y su simplificación y redefinición del propio film como fetiche; así como la calificación por cierto sector de la crítica actual y algun sector radical de los 60 y 70, que consideraba/a a M. Antonioni como un cineasta “moderno” y por lo tanto en la actualidad completamente desfasado y cuyas imágenes son unicamente la representación de un pasado y una época superada. Además de ser un cineasta trastornado por un sector social alto y con unas problemáticas poco interesantes socialmente.

Que no engañe la cita que abre el artículo, perteneciente a un gran tema de un grupo minusvalorado en la actualidad como son los leoneses Los Flechazos. Un osasis de pop que nos dió de beber entre la movida ochentera y el surgimiento del indie patrio. No pretendo posicionarme en contra de un movimiento juvenil como el mod, al que fuí afín, ni criticar sus características ni su estética. Lo que pretendo es poner a cada cosa en su sitio, desde mi punto de vista personal y ante una imagen que siempre he tenido en mi cabeza. BLOW UP no es una película mod. Antonioni no pretendía retratar el movimiento mod. Para eso ya esta la posterior obra de Franc Rodman “Quadrophenia” (1979) basada en la opera rock de los Who. Creo que Antonioni sólo pretendía encuadrar socialmente y culturalmente una trama para un film. Y sobre todo, la riqueza del film no emana únicamente de esa estética ni de esa época que se ha escogido para ilustrar el film. Es decir, si eres mod y no te gusta BLOW UP, porque no la entiendes o porque no te enteras de nada, no te preocupes. Pero ese apropiarse de un film tan rico como este para simplificarlo en una sola visión de las cosas, se me antoja una gran equivocación y un desprestigio para una obra para la que deberían intentar captar su esencia, entrar en su juego de verdades y mentiras y dejarse llevar más allá de un londres sesentero que se droga, folla con modelos y escucha a los Small Faces.

Ya a mediados de los 60, una parte importante de la crítica más radical izquierdista no supo ver más allá de sus narices que la obra de Antonioni tenía un valor y un poder especial y sobre todo trataba unos temas igual de interesantes que los de sus defendidos padres neorrealistas. El hecho de que Antonioni reflejase estatus sociales superiores en sus películas y filmase sus angustias vitales y los entresijos de sus pensamientos o que se interesase por una clase social alta a la hora de mostrar sus vidas y sus cotidianos quehaceres no le restaba importancia ni interés a su obra cinematográfica, sino que le añadía una carácterística que otros pocos podrían hacer sobresalir.

“La mayor dificultad con la que me he encontrado ha sido la de representar la violencia de la realidad. Los colores embellecidos y edulcorados son a menudo los que parecen más duros y agresivos. En BLOW UP, el erotismo ocupa un lugar de máxima importancia, pero, a menudo, se pone el acento en una sensualidad fría, calculada. Los rasgos de exhibicionismo y de vouyerismo están especialmente subrayados: la joven mujer del parque se desnuda y ofrece su cuerpo al fotógrafo a cambio de los negativos que tanto desea recuperar.” (Corriere della Sera, 12 de febrero de 1982)

BLOW UP es un film íntimamente ligado al tiempo en el que fue hecho: Londres, mediados de los 60, basado en un cuento de Julio Cortázar que cuestiona el poder de la veracidad de la imagen a través de la historia de un fotógrafo que asegura porder resolver el enigma de un crimen a partir del análisis de una serie de fotografías que él había realizado y que amplía en sucesivos “blow-ups” .

Adaptación del relato “Las babas del diablo” de Julio Cortázar , que cuenta la historia de Roberto Michel, un traductor chileno que vive en París. Aficionado a la fotografía un domingo fotografía a una mujer que besa a un adolescente. La mujer le pide el carrete enfadada,al momento un hombre de sombrero gris se una a la mujer en la petición. Michel se alegra de que el chico haya logrado abandonar el lugar. Pero, cuando amplía las fotografías en casa, imagina que las imágenes cobran movimiento y que el chico no ha logrado escapar. El fotografo acaba mirando al cielo con impotencia a través de un “rectángulo clavado con chinchetas en la pared de su habitación” .

La historia de BLOW UP parte del relato de Cortázar, de quien Antonioni toma sólo la idea: un fotógrafo profesional descubre al revelar y ampliar un carrete de fotografías algo que a simple vista no había sido capaz de ver. En el relato de Cortázar la pequeña historia y su significado es completamente distinto al del film de Antonioni , pero, ¿cuál es el significado del film?

“Necesitaré al menos otro film para explicar BLOW UP” (Rueda de prensa Festival de Cannes, mayo de 1967)


BLOW UP se convirtió en el mayor éxito que ha tenido Michelangelo Antonioni a lo largo de su extensa carrera, por lo menos dentro de lo que a recaudación se refiere, aunque también ganó la Palma de Oro en Cannes en 1967. Tuvo distribución en el mercado norteamericano y fue nominada a dos Oscars en las categorías de guión y dirección.

La critica se dividia en tres corrientes, los abiertamente hostiles a la forma de filmar y los temas que interesaban a Antonioni, sus admiradores más vehementes y socios de fatigas, y los defensores de la obra de Antonioni que se sentirán defraudados ante la inflexión temática que BLOW UP significaba relativamente a la explicación de la crisis de sentimientos y de las relaciones desesperadas que marcan la trilogía constituida por “L'avventura”, “La Notte” y “L'eclisse” (1960-62), películas que lo habían canonizado como un director moderno.

Entre la trilogía y BLOW UP estaba “Il Deserto Rosso” (1964), el primer film en color de Antonioni, centrado sobre todo en la desolación del paisaje y en cierto modo una obra de transición, pero BLOW UP redefine los términos, descolocándolos, deslocalizándolos, preparando el terreno del conflicto entre la realidad e la posibilidad de su reproducción fiel, colocando a la imagen en el centro de la cuestión.


En BLOW UP, Antonioni, utilizará algunos elementos del cuento de Cortázar, aquellos detalles que le erán más cercanos y comunes a su temática o a ese nuevo discurso que quería formar o reformar. Elementos como lo son las ampliaciones y el descubrimiento a través de la fotografía de un hecho, la ilusión de porder evitar un crimen y la impotencia ante los hechos finales y las suposiciones equivocadas.

Si este film, aparentemente, se despega de la obra anterior de Antonioni, lo hace sólo espacialmente, volando de Italia a Gran Bretaña, pero, en el fondo vuelve a ser una recreación de la misma, de los mismos elementos que definen la obra de este autor, desde ángulos distintos, tal vez más simples, y por tanto, más comprensibles. Ata mejor los cabos del discurso y aunque la trama y su fin quedan abiertos a la interpretación, todo su desarrollo formal sigue y mejora las pautas ya vistas en sus anteriores películas.

“[...] su héroe favorito es el que mira. Es peligroso, ya que al observar, al mirar más tiempo del necesario[...], se desequilibra el orden establecido, en tanto que, normalmente, el tiempo exacto de una mirada es algo que dicta la sociedad”. (Roland Barthes)

BLOW UP es el reportaje vivo visto por los ojos de un director como Antonioni de una sociedad, la inglesa de los años 60. A través de un héroe, el fotógrafo protagonizado por David Hemmings, captamos la ciudad, el sentido de sus gentes, su forma de vida, el significado de sus más apartados rincones. Desgraciadamente, el éxito de la película se debe más a los trazos de la época que simultaneamente registraba del ambiente del “Swinging London”, con las debidas dosis de sexo, drogas y rock and roll, el glamour de los estudios fotográficos repletos de bellas modelos, los meandros artísticos pop y el fenómeno del movimiento mod, que a esa interrogación formal sobre la imagen. Lo fundamental ocurre en ese combate que el protagonista establece con el objetivo fotográfico (en algunas interpretaciones del relato de Cortázar se habla incluso de una historia contada por el objetivo de la cámara fotográfica) y la disección de las imágenes a la que se dedica de amplización en ampliación. El carácter ambiguo de la imagen como instrumento del conocimiento de la realidad es lo se juzga. El protagonista es testigo de un crimen que al ojo desnudo no fue capaz de ver y cuando procura elucidarse a través de la observación de las imágenes que registró con su cámara de fotos no encuentra una respuesta cabal. Antonioni le llamó a este “un film zen” , un film que se explica o se presta a muchas interpretaciones en la medida en que esta inspirado en la problemática de la apariencia de la realidad.

“Cuando se utilizan ampliadoras [...] pueden verse cosas que probablemente el ojo desnudo no sería capaz de captar [...]. El fotógrafo de BLOW UP, que no es un filósofo, quiere ver las cosas más de cerca. Pero lo que sucede es que, al ampliarlas demasiado, el objeto se desintegra y desaparece. por lo tanto, hay un momento en que asimos la realidad, pero ese momento pasa. Este es en parte el significado de BLOW UP” (Michelangelo Antonioni)

La secuencia final de BLOW UP es fundamental para el curso del film y su temática. Es una de las más celebres y seguramente una de la que más fuerza guarda: de vuelta al parque en que la intriga comienza cuando dispara indiscretamente a la pareja, el fotógrafo asiste a un partido de tenis protagonizado por un grupo de hippies mimos de caras pintadas de blanco. Jugadoras y publico asistente siguen atentamente las idas y venidas de una pelota invisible entre uno y otro lado del campo de tenis. La secuencia es larga, se fija en los gestos de los jugadores y en el ritmo de los movimientos de cabeza de los espectadores. Cuando la vista de todos se dirige fuera del campo, indicando que la pelota ha caido fuera de su alcance, el fotografo la recoge y se la devuelve para que el juego prosiga. La puesta en escena es perfecta, la escena es muda a excepción del ruido de la pelota, una pelota invisible. Varios segundos después el fotografo desaparece, se hace invisible, es un objeto que se desintegra como si hubiese sido expuesto a una ampliación sobre otra ampliación hasta desaparecer y desasirse de la realidad.

El juego entre la verdad y la fantasía, lo que fue y lo que pudo haber sido, lo que sucedió de verdad o lo que tal vez no sucedió nunca; ese extraño camino por el que deambula el protagonista durante 24 horas, de un amanecer a otro, enmarcado en la fantasmagórica presencia de un grupo de extrañas gentes de rostros pintados de blanco, será uno de los mensajes más profundos que el cine nos haya dado. Ese juego final donde el protagonista acaba por intervenir para, después, disolverse y dejarnos la amargura de no saber si realmente hemos llegado a conocer o ha sido tan sólo un espejismo.


1966, BLOW UP (Blow-up, deseo de una mañana de verano)

Argumento: M. Antonioni , libremente inspirado en el relato de Julio Cortázar “Las babas del diablo” . Guión: M. Antonioni, Tonino Guerra , con la colaboración de Edward Bond (dialogos en inglés). Fotografía: (Metrocolor) Carlo di Palma . Montaje: Frank Clarke . Escenografía: Asheton Gorton . Música: Herbie Hancock . (Canción: “Stroll On” por The Yardbirds ) Intérpretes: David Hemmings (Thomas), Vanessa Redgrave (Jane), Sarah Miles (Patricia), Peter Bowles (Ron), Verushka, Jill Kennington, Peggy Moffit, Jane Birkin, Rosaleen Murray, Ann Norman . Producción: Carlo Ponti para MGM (Gran Bretaña). Duración: 110 minutos.

GUILLERMO ARIAS (enero 2005)