EL TEATRO EN PIURA
Por Armando Arteaga
No tengo la
menor duda que “lo ritual” que mueve toda esa cultura de “lo chamanico”, que aún conmueve en Piura, viene del aspecto
teatral de los pueblos tallanes y andinos de nuestra región, son efímeros los testimonios
de los cronistas sobre sus templos al sol, los sacerdotes vestían de blanco,
marchaban en estruendas procesiones de “muchos atabales y bocinas de caracoles
grandes…trompetas de mala gracia” decía -en sus crónicas- Joan Cabezas.
Los tallanes, tuvieron
gran veneración a los muertos, respeto a las sepulturas y sus cementerios,
donde “lo teatral” daba rienda suelta al espectáculo de la creencia religiosa de que la vida continuaba en otro
mundo, los muertos se llevaban las cosas más preciadas y ricas del mundo
terrenal. Los sacerdotes encargados de las ceremonias fúnebres, que eran
“puestas en escena” para impactar sobre las conciencias de los vivos, espacian chicha sobre las sepulturas, estaban
motivados en el convencimiento: “muere el cuerpo, que no muere el ánima”.
Hay mucho que
hurgar del “teatro cortesano” en la Colonia en el libro de Lohmann Villena “El
arte dramático en Lima durante el Virreynato”.
En tiempos de Colonia, las “ideas” del teatro en Perú, de manera
convencional empezaron a desarrollarse desde su incontenible ingreso por Paita,
con personajes estrambóticos y románticos. Credulidad: habent su afata libelli.
Todo entraba, de
viaje, por el bendito puerto de Paita,
que era la codicia de los piratas, el suceso arrebatado de las historias más
fantásticas: la Monja Alférez, una mujer que se vestía de hombre, no dejaba de
ser una alucinada y estrambótica historia; La Perricholi, deslumbró la
imaginación colonial y limeña, con esta
historia de amor real entre una plebeya y el virrey; Flora Tristán, traspaso océanos y sueños para
poder hacer su guion de “peregrinaciones de una paria”; y más tarde, ya en la Independencia y al
empezar la Republica: las hazañas y
penurias de Manuela Sáez, la amada inmóvil de Bolívar; son
“mitos” que alimentaron la imaginación popular.
Tiempos inciertos, de Calixto y
Melibea, tan celestinos, como los shakesperianos, de Romeo y Julieta, que despertaron
intrigas. Sabiendo que, también, “en Piura,
se agunta el hambre, pero nunca el chisme”.
Manuel Moncloa
y Covarrubias, es un destacado hombre de teatro, olvidado historiador, que ha escritos los mejores
momentos el teatro peruano. Nos describe
a Salaverry como el más fecundo autor de teatro nacional, que escribió más de
veinte obras dramáticas, vio la representación del drama “Atahualpa” donde se incorpora el aporte
musical del arpa y el violín. Entre los estrenos con grandes aplausos nombra:
“Arturo”, “Abel o el pescador americano”, “Los ladrones de alto rango”, “El
bello ideal”, “Amor y oro”, “El pueblo y el tirano”, ”Sueños del corazón”, “La
espada de San Martin”, “El hombre del siglo XX”, “Un desconocido”, “El virrey y
su favorita”, “Gigantes y pigmeas”, “La escuela de mujeres”, “El bombardeo de
Pisagua”, etc. Refiere una anécdota de Salaverry: “Cuéntase que la noche de
estreno de unos de sus dramas, Salaverry que era nervioso y vehemente, al ver
que en una escena capital fallaba el tiro que debía hacer uno de sus
personajes, disparó su revolver desde la reja en que presenciaba la función. El
público quedó atónito breves momentos, pero el efecto dramático no se perdió”.
Manuel
Asencio Segura, vivió varios años en Paita donde fue funcionario público, hizo
periodismo y escribió su famoso texto “La pelimuertada”, se sabe muy poco acerca
de si tuvo tiempo para el teatro en esa estancia de su vida. La “teatral”
visita de Valdelomar a Piura volvió a redondear la cultura como espectáculo en
una ciudad que vivía del furor de dos barrios: la gallinacera y la mangacheria.
Piura fue una ciudad huraña para el teatro, estremecida solo en los años 50 del
siglo pasado con el estreno de la obra teatral “La huida del Inca” en el teatro
Variedades, cuando Mario Vargas Llosa era todavía un escolar, y más tarde, la otra obra teatral con estreno
mundial, “La Chunga”, que nuestro Nobel, consagro enteramente con tema piurano.
Hubieron varios
teatros construidos en Paita y en Piura.
En Paita, el teatro tenía 18 palcos, 150 lunetas y 300 asientos de
cazuela, se alumbraba con gasolina, y su propietario era don Gil Antonio
Guerra. En Piura, el teatro más antiguo que se recuerda, estrenado por la
compañía de zarzuela Dalmau, en 1890,
estaba situado en la calle Cuzco,
tenía 22 palcos altos, 8 bajos, 250 asientos de platea y 300 de cazuelas. Se alumbraba con lámparas de petróleo y tenía
un toldo en el techo. El de la calle Arequipa Se llamaba teatro Grau, su
propietario era don Agustín Ordinola.
Hasta 1889, las compañías de actores que visitaban la ciudad de Piura trabajaban en
un corral de la calle Arequipa, llamado teatro de La Unión, cerca del cual se
construyó otro teatro a iniciativa del coronel Muñiz, bajo los auspicios del
Centro Piurano, al que llamaron Teatro Salaverry, en memoria del dramaturgo
piurano. Hoy, solo tenemos dos teatros, en una inmensa
ciudad, que agonizan, y que se hace urgente su reconstrucción por lo
deteriorados que están: el Teatro Manuel Vegas Castillo y el Teatro Municipal.