UNA ESCENOGRAFIA DISCRETA PARA UNA ADAPTACIÓN TEATRAL
DE NERUDA
DE NERUDA
Este boceto lo hice para el actor y director Hernando Cortés, mi paisano piurano, para “El deshabitado”, un texto basado en “Residencia en la tierra” de Pablo Neruda. Lo hice porque me habló que iba a ser un performance sobre Neruda, varios años después me lo pidió. Yo no estaba en Lima. Se lo envié en un sobre manila. La obra la puso en el TUSM. Me enseñó unas fotografías varios años después. No sé si la obra la puso también en Santiago. No lo sé. Me contó que modifico la escenografía, pero eso no tiene importancia ahora. Me explico que le gustó el muro de alambres de púas, las rejas de fierro y el montículo de arena marina. Eso es todo lo que te puedo recordar.
El boceto lo tengo porque me lo devolvió varios años después mientras tomábamos un café en el Domino de la Plaza San Martin, es tuyo, te lo devuelvo, me dijo, palmeándome el hombro.
Era un capo para el teatro, sí, lo vi actuar, y tengo sus obras. Era un profesor de teatro, un seguidor de Brecht y había estudiado en Francia con Étienne Souriau. Sabia un montón de cosas de teatro, era un gran conversador al que yo escuchaba siempre, en el café.
EL DESHABITADO / Pablo Neruda
Estación invencible! En los lados del cielo un pálido cierzo se acumulaba, un aire desteñido e invasor, y hacia todo lo que los ojos abarcaban, como una espesa leche, como una cortina endurecida existía, continuamente.
De modo que el ser se sentía aislado, sometido a esa extraña substancia, rodeado de un cielo próximo, con el mástil quebrado frente a un litoral blanquecino, abandonado de lo sólido, frente a un transcurso impenetrable y en una casa de niebla. Condenación y horror! De haber estado herido y abandonado, o haber escogido las arañas, el luto y la sotana. De haberse emboscado, fuertemente ahíto de este mundo, y de haber conversado sobre esfinges y oros y fatídicos destinos. De haber amarrado la ceniza al traje cotidiano, y haber besado el origen terrestre con su sabor a olvido. Pero no. No.
Materias frías de la lluvia que caen sombríamente, pesares sin resurrección, olvido. En mi alcoba sin retratos, en mi traje sin luz, cuánta cabida eternamente permanece, y el lento rayo recto del día cómo se condensa hasta llegar a ser una sola gota oscura.
Movimientos tenaces, senderos verticales a cuya flor final a veces se asciende, compañías suaves o brutales, puertas ausentes! Como cada día un pan letárgico, bebo de un agua aislada!
Aúlla el cerrajero, trota el caballo, el caballejo empapado en lluvia, y el cochero de largo látigo tose, el condenado! Lo demás, hasta muy larga distancia permanece inmóvil, cubierto por el mes de junio y sus vegetaciones mojadas, sus animales callados, se unen como olas. Sí, qué mar de invierno, qué dominio sumergido trata de sobrevivir, y, aparentemente muerto, cruza de largos velámenes mortuorios esta densa superficie?
A menudo, de atardecer acaecido, arrimo la luz a la ventana, y me miro, sostenido por maderas miserables, tendido en la humedad como un ataúd envejecido, entre paredes bruscamente débiles. Sueño, de una ausencia a otra, y a otra distancia, recibido y amargo.
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