“EL GRAN TEATRO DEL MUNDO” EN LA PLAZA SAN FRANCISCO DE
LIMA
Por Armando Arteaga
El auto sacramental
“El Gran Teatro del Mundo” de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) es
considerado la obra de mayor resonancia
eucarística dentro de la producción calderoniana. La pieza dramática de
carácter alegórico, desde que tuvo una
estupenda realización escenográfica lograda por Hugo van Hoffmannsthal, sufrió
el olvido español de su época, y es una
pieza cumbre de la literatura dramática con visión católica. Los autos
sacramentales de Calderón de la Barca tienen un enorme sentimiento de expresiones
humanas llena de personajes y características de pedagogía teatral, para
imponer en el público “meditaciones” acerca de los asuntos teológicos más
importantes de la época que le tocó vivir
y expresar: lo barroco. Calderón de la Barca es autor de unas doscientas piezas
dramáticas principalmente comedias y
auto sacramentales, de tipo religioso, históricas, filosóficas,
y de costumbres, entre las que destacan: “La vida es sueño” y “El
Alcalde de Zalamea”.
El “Gran Teatro del
Mundo” es una pieza dramática de
carácter alegórico, de un solo acto, se refiere casi siempre al Misterio de la
Eucaristía. Los personajes son símbolos:
El Autor, El Mundo, El Rey, La Discreción, La ley de Gracia, La Hermosura, El
Rico, El Labrador, Un Niño, Una voz, y el Acompañamiento. Las escenas se suceden en los símbolos de la
Fe, el Pecado, la Muerte, el libre Albedrio.
Sus espacios culturales son los temas de preocupación del barroco, la
contrarreforma, la espiritualidad europea que conformaron un teatro de “expresiones
representables”. La idea estoica de la
vida como una inmensa comedia en la que todos los personajes representan su
papel asignado por Dios (autor de
personajes). No en vano, Calderón de la
Barca, extraordinario poeta, nos arremete con su mensaje por La ley de Gracia:
En la
representación
igualmente
satisface
el que
bien al pobre hace
con
afecto, alma y acción
como el
que hace al rey, y son
iguales
éste y aquél
en
acabando el papel.
Haz tu
bien el tuyo, y piensa
que
para la recompensa
yo te
igualaré con él.
La “mise in scene”
de Luis Peirano me pareció acertada (el manejo de más de 500 actores). Ha tomado mucho de otras experiencias en el
mismo escenario del atrio de la Iglesia de San Francisco realizada por Ricardo
Roca Rey en oportunidades anteriores de otros auto sacramentales del mismo
Calderón de la Barca trabajados por Ricardo Roca Rey (de la A.A.A).
El aporte de
Peirano es que ha incorporado el ingreso solemne y sencillo de nuestro “mundo
andino” en el “mundo de la cristiandad”.
Bien la iluminación, apoyada por el despliegue de la bondades tecnológicas
que hoy existen, el uso de la pirotecnia, la música autóctona, los trajes
típicos, y otras alegorías sobre la que se sustentó el dialogo de Calderón de
la Barca en esta puesta en escena de Peirano.
Jaime Lertora, como actor estuvo estupendo, llega en una moto, hace uso
del abuso del “selfi” en estos tiempos
de la postmodernidad. En general, esta
fiesta calderoniana se ha vuelto más peruviana e indiana en el espacio escénico
de la Plaza de San Francisco. Otra vez,
Calderón de la Barca nos ha entusiasmado con su discreto lirismo, con ese mundo
idealista, lleno de metáforas e imágenes del más puro gusto barroco. Peirano ha
sido un efectivo conductor por ese mundo elaborado de conceptos y de formas,
abriéndonos camino hacia la razón humana y despertando el alma de los
espectadores.
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