“HARAKIRI” DE KOBAYASHI
Por Armando Arteaga
El cine japonés
tiene en Masaki Kobayashi (1916-1996) un sorprendente aporte, junto a otros
cineastas de la talla de Akira Kurosawa, Kon Ichikawa y Kenji Mizoguchi, le han otorgado mucho
prestigio y siempre suman filas en
un representativo cine
independiente, bajo influencia de la Nueva Ola Francesa. Estos maestros realizaron
con sus filmes, tal vez, la visión más occidentalizada, en su respectivo momento, “wabi” y “sabi”.
Otros
directores como Nagisha Oshima, Shokei Imamura o Hiroshi Teshigahara, hicieron un
cine de autor, más cerca al Neorrealismo Italiano. Kaneto Shindo,
Yoji Yamada, ayudaron a darle un prestigio merecido al cine nipón, con sus
obras de elegancia refinada, de armonía
estética y emocional, que fueron muy aplaudidas fuera del ámbito de la industria del
cine japonés. Lo cierto es que de este cine, en nuestro medio, la gente sabe
poco, sólo un puñado de aficionados a esta estupenda cinematografia sigue con cierta
devoción y con interés crítico a algunos
de sus directores (ya famosos). Su difusión internacional se debe a
que el cine japonés se ha consolidado según el modelo de la grandes
estudios muy parecidos a los del cine
norteamericano.
La semana pasada en
el Ciclo de Cine Japonés del Centro Cultural Peruano Japonés se programó nada menos que la increíble
película “Harakiri” (Seppuku) de Masaki Kobayashi, filme del año 1962, que
tiene una duración de 135 minutos. Drama,
ambientado en 1630, narra la historia del samurái Hanshiro Tsugumo en tiempos de paz que, sin señor por quien por quien guerrear, no encuentra otra salida a sus penurias que el suicidio ritual. La obra muestra los vínculos contraídos con los estratos más bajos de la
sociedad, la naturaleza de la sumisión de los guerreros al señor feudal en la dominante
tradición medieval japonesa.
Kobayashi es un
gran director, mediante el uso de raccontos y flashbacks, nos va contando en
planos generales y medios: las motivaciones de la decisión del “harakiri”. Es un tempo lento, en espacios de una sociedad feudal de una arquitectura muy “shibumi” (de mucha sobriedad). Las escenas de la lucha guerrera del samurái-héroe contra los testaferros del señor feudal es muy bella, casi una danza, tomada de
los elementos del escenario del teatro Kabuki, todo con mucho refinamiento
técnico.
En verdad,
Kobayashi es todo un maestro de la cinematografía japonesa alcanzó la fama
cuando realizó “La condición humana” (1959-1961), monumental filme de nueve horas de proyección, presentado en tres partes, basado en la novela de Jumpei
Gimikawa, acerca de prisioneros de guerra en Manchuria.
La cinta que
proyectaron en blanco y negro de “Harakiri”, ha sido modernizada con un buen
acabado digital, que ha respetado de manera
intacta sus efectos fotográficos, y los detalles cinematográficos del
montaje mismo en moviola, realizado ahora en
programas de computadoras, pero
que ha mantenido su fidelidad cinematográfica.
Razón por la cual, ver esta obra de arte del cine japonés por primera
vez en Lima ha sido una experiencia agradable.