CINE Y MUJERES
INDÍGENAS / Por Armando Arteaga
“Shimásáni”
En
el marco de la Conferencia Global de Mujeres Indígenas “Avances y desafíos
frente al futuro que queremos” (Lima-Perú, 28-30 de Octubre del 2013), se
proyectará el “Festival de Cine en la Conferencia Global de Mujeres Indígenas” (“El universo audiovisual de los pueblos
indígenas”)*, un conjunto de veintidós películas (ficción, animación,
drama, cortometrajes y documentales) donde los pueblos indígenas se han vuelto
actores políticos y sociales, pues han desarrollado actualmente mayores
estrategias de resistencia y adaptación a los cambios de la globalización, y
donde también la problemática de la mujer indígena es el tema central de este
interesante festival de cine indígena.
La
mujer indígena no solo ha desarrollado un papel importante en su lucha por
mejores niveles de igualdad y de justica, sino además, por conservar principios
fundamentales de valoración de nuestras culturas e identidades originarias. El
cambio de la situación actual radica mucho en la participación de las mujeres
indígenas en la actual coyuntura de la globalización actual.
El
concepto del desarrollo actual desde la óptica de los derechos indígenas, eso
que algunos llaman “el buen vivir”, es una propuesta de cambio con identidad,
con desarrollo sostenible, es crear condiciones para ejercer la libre
determinación sobre nuestro patrimonio cultural y natural, obtener condiciones
para que las mujeres indígenas no vivan a merced de cierta violencia. La crisis
del modelo actual, hace valida la crítica de los pueblos indígenas. El modelo
de desarrollo vigente está en crisis, no ha resuelto el problema de la
desigualdad económica: se sigue ampliando la brecha entre pobres y ricos, y las
mujeres indígenas en estas condiciones llevan la peor parte.
Es
muy probable que de cine indígena algunos cinéfilos sepan muy poco. Sin embargo, el cine indígena es una de las
manifestaciones culturales más importantes del llamado sector “independiente”
de la cinematografía actual. El cine
indígena no sigue la tendencia del cine de directores al extremo, es un trabajo
de voces múltiples, aunque tiene máximos exponentes en la trayectoria
concluyente de su desarrollo histórico, en nuestro medio, sigue el prestigio de
nombres de directores fundacionales, con reticencias, por supuesto, en lo ideológico (visión
antropológica, racismo, etnocentrismo, aspecto estético), y en la técnica
cinematográfica (manejo de cámara, ritmo, sonido directo, y punto de vista) ,
de creadores representativos como Jorge
Sajines (“Yawar Mallku”, 1969,
Bolivia), Luis Figueroa (“Kukuli”,
1966, y “Yawar Fiesta”, 1986, Perú), Manuel
Chambi y de Jorge Vignati (“Danzantes de
tijeras”, 1972, Perú), Jorge Prelorán (“Hermógenes
Cayo”, 1987, Argentina), Miguel Littin (“Tierra
del Fuego”, 2000, Chile), Federico García (“Kuntur Wachana”, 1977, Perú), Vincent Carelli y de Dominique Gallois (“A Arca dos Zo’é”, 1993, Brasil), que
son pioneros, empezaron a llamar la atención a partir de la década del setenta
del siglo pasado, revelando una nueva mirada, un nuevo lenguaje: en su temática
y en su problemática, abriendo el camino para el reconocimiento de grandes
virtudes de lo que se llama ahora este “cine indígena”, que ha empezado a
cosechar un gran prestigio cinematográfico.
El
cine indígena plantea el estudio de la verdadera expresión de los pueblos
indígenas, es una representación de la diferencia cultural, es una ruptura
dentro de las convenciones visuales. El
cine indígena ha empezado a producir su propia imagen desde su propia perspectiva
cultural. “El cine indígena presenta una
visión sobre los indígenas”, confirma Antoni Castells, supera los
estereotipos de la manera tradicional de hacer cine, incluidos los aportes
vanguardistas sustentados por el resto del cine etnográfico latinoamericano, propone la
normalización cultural y lingüística, usa la ficción de una manera subversiva
frente a la realidad. Aceptemos esta
invitación del cine indígena en la paráfrasis de Elisenda Ardèvol, en “La Búsqueda
de una Mirada”: “la antropología visual
se pregunta por el sentido que damos a la fotografía, al cine o al video como
portadores de imágenes: como aprendemos a mirarlas, qué efectos causan sobre
nosotros, como las utilizamos y las tratamos”.
Aunque
la producción de cine indígena en su mayoría es de tipo documental (por razones
técnicas y de costos, me parece), o es también un cine de denuncia; pero ya se
avizora en el manejo de una ficción de alternación en películas como “Shimásáni” de Blackhorse Lowe (Navajo) y en
“Chevelure de la vie” (“Cabellera de la vida”) de Réal Junior LeBlanc (Canadá),
donde ya se configura una nueva narrativa, otra mirada para un nuevo lenguaje
cinematográfico, es un concesión realista para la diversidad.
Otras
películas, de este “Festival de Cine en la Conferencia Global de Mujeres
Indígenas”, interesan por su construcción cultural, como “Mu
Drua” (“Mi Tierra”) de Mileidy Orozco Domicó, “Kepe Pajta” (“Sol de Noche”) de Javier Álvarez, “Nuestra Casa Grande” (CEFREC, CAIB), “Huarpes” (“En su propia voz”) de Laura
Piastrellini y Marcelino Azaguate, en donde me atrevería a condescender que, la consolidación del “imaginario”
sobre lo indígena: en tanto unidad
semántica, ya son construcciones
definidas con un claro carácter intercultural; lo mismo, en donde encuentro
mayores afinidades elaboradas entre la
imagen histórica y la sociedad representada (indígena) es en “Txêjkho Khâm Mby” (“Mujeres Guerreras) de Kamikia, Winti,
Kambrinti, Kokoyamaratxi y Yaiku Kiedje: imágenes que oscilan entre el
cine-verdad (filmar la realidad, tal cual es) y la ficción subjetiva, dando
muestras de las enormes posibilidades estéticas del cine indígena, donde el
lenguaje visual se caracteriza por estar más estructurado, y por
estar representado más próximo a la naturaleza que de la historia misma.
La
animación y el despliegue que ofrecen las tecnologías digitales, nos ayudan a
vislumbrar mejor trabajos fílmicos como “Indian
Taxi” de Abraham Cote y Kevin
Papatie (Canadá), así como “El Fantasma
de la Milpa” (realización producida por el Taller de Matatena Internacional
Children´s Film Festival, México Ciudad), lo mismo que, “Bugta” (Talaandig, Indonesia), muestran las diferencias
sustanciales, contrastan el realismo mágico versus la razón occidental.
El
documental es la mejor carta de presentación del cine indígena, presenta
diversos matices, son registros cinematográficos dentro de la “antropología de la urgencia”, dan
testimonios de una alteralidad radical de los modos de vida en nuestras
comunidades, la resistencia ante la invasión y la imposición mercantil de
proyectos de inversiones privadas que van deteriorando la vida natural de nuestras poblaciones
indígenas, denuncias contra la contaminación y la depredación del medio
ambiente, contra la expansión desenfrenada producidas por las industrias mineras, petroleras, hidroeléctricas y
madereras, contra el intervencionismo de
agentes externos que van generando situaciones de conflicto, lesa humanidad,
abandono estatal de obligaciones, frente a los derechos indígenas en la
diversidad de nuestros territorios indígenas, tal el caso de “Una
muerte en Sión” (Pueblo Achuar, Perú, 2001) de Adam Goldstein;
de “El oro o la vida.
Recolonización y Resistencia en Centro América” (Guatemala, Honduras, El Salvador, 2011) de
Álvaro Revenga, Premio Anaconda 2011; de
“Voces silenciadas” (Colombia, 2011)
de Pau Soler Domennech y José Antonio
Marco; y de “Desterro Guarani”
(Brasil, 2011) de Ariel Ortega, Patricia Ferreira, Ernesto Carvalho y Viencent
Carrelli; las contradicciones entre
tradición y revés político foráneo educativo en “Sirionó” (Bolivia, CEFREC, CAIB, 2010); en el cine indígena el
documental se incorpora como herramienta de registro en distintas
investigaciones y propuestas de nuestros pueblos indígenas, desarrolla diversas
estrategias de representación y
participación donde el cineasta-videasta tiene un mayor involucramiento con la
cultura indígena filmada.
Tener
en cuenta también el aporte de los trabajos locales de los talleres de
comunicación de Chirapaq, en
documentales como “Rawayninchic”
(Perú, 2011) de Tarcila Rivera Zea,
acerca del trabajo de la trilla en una
comunidad de Vilcashuaman-Ayacucho; y “Entre dos aguas. De lo sagrado a los desastres” (Perú, 2010) de Ludovico Pigeon, acción de los desastres
naturales provocados por el cambio climático; y en este debate de catástrofes
climáticas encontramos “Fever”
(Indonesia, Filipinas, 2010), breve
documental de Serge Marti y Gemma Sethsmith, donde lideres indígenas opinan
sobre el efecto invernadero producido por el bióxido de carbono
El
cortometraje, la mini ficción filmada, es otro aporte del cine indígena, el “código sémico” definido por Roland
Barthes, asocia significantes con un nombre propio, un personaje, o un
escenario. Destaca en este Festival, “Don
Severo del puente” (Bolivia, CEFREC, CAIB, 2011), “El abuelo” (Chile, 2011) de
Eric Pulquillanca, y “Blocus” (Canadá, 2011) de Réal Junior LeBlac y Serge
Bordeleau. Una mención especial merece “Nabusimake, Memorias de una Independencia”
(Colombia, 2010) del Colectivo Zigoneshi, documental que narra la resistencia
del pueblo arhuaco y su independencia ante la sujeción cultural, religiosa y
económica de la Misión Capuchina de Rábogo.
Este
“Festival de Cine en la Conferencia Global de Mujeres Indígenas” (“El universo audiovisual de los pueblos
indígenas”) trae el tema de lo
verosímil en el cine unido a la trayectoria de la lucha de la mujer
indígena en la globalización actual, nos habla de identidad y lucha indígena,
de resistencia y derechos de los pueblos indígenas, de tradición e historia, de
educación y defensa de la infancia, de cosmovisión, de sitios sagrados y
despojo de tierras, de la espiritualidad de nuestros pueblos indígenas.
Nuestros
pueblos indígenas también existen en la
verosimilitud de la pantalla, en el reconocimiento y la búsqueda de soluciones
de nuestros problemas, donde la mujer indígena es protagonista principal en la obra cinematográfica.
“Desterro
Guarani”
*Ver Programa del “Festival
de Cine de la Conferencia Global de Mujeres Indígenas” (“El universo audiovisual de los pueblos indígenas”). 28-29 de
Octubre del 2013. Hotel Suites del
Bosque, San Isidro, Lima-Perú.