Por Ernesto Milà
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Infokrisis.- Desde el bachillerato no había tenido ocasión de releer a Ibsen. Más bien de verlo representado, pues no en vano su obra es exclusivamente teatral. Hoy se sigue representando a Ibsen si bien se ha perdido la memoria de cuál era el verdadero pensamiento de este autor que renovó el teatro europeo. En Internet es fácil bajar algunas de sus obras representadas a principios de los años 70 en la memorable serie televisiva Estudio 1. Pero de todas ellas, sin duda, la que necesariamente hay que ver -al menos, la que todo “regeneracionista” tiene obligación de ver- es El Enemigo del Pueblo.
¿Quién era Ibsen?
En 2006, Noruega celebró por todo lo alto el centenario del fallecimiento de su gran gloria literaria, Henrik Johan Ibsen. Se trató de un homenaje nacional y popular que involucró a todos los ciudadanos noruegos que dispusieran de un mínimo de sensibilidad cultural, no en vano Ibsen es considerado como uno de los autores que más ha influido en el teatro realista moderno.
El aspecto que luce Ibsen en las fotos que han llegado hasta nosotros nos lo muestran como un individuo casi victoriano, con cabellos blancos desordenados y barba del mismo jaez, todo ello sobre el gris oscuro de las primeras fotos novecentistas que solían regalarse los pequeño burgueses bienpensantes. Sin embargo, no hay nadie menos burgués y menos victoriano que Ibsen. Su teatro es, simplemente, revolucionario en relación a su tiempo… y a la actualidad, pues no en vano, las obras de Ibsen conservan con una inusual frescura todo su interés.
Conoce la miseria después de que su padre se arruinase; trabaja durante seis años de aprendiz en una farmacia y luego estudia medicina, pero antes de terminar empieza a escribir poemas y pequeñas piezas teatrales en las que da salida a una rica interioridad a la que su timidez extrema impedía exteriorizarse.
Su primera obra teatral –Catilina- es un fracaso que ni siquiera logra ser representada, pero su hora llega cuando otra de sus obras, La tumba del guerrero, se representa por primera vez en 1851. De Cristianía se establece en Bergen donde conoce a la que será su mujer y estrena en esa época (los años 50 del siglo XIX) algunas de sus obras más populares (Los vikingos de Helgeland entre otras). Harto del ambiente luterano de Noruega en 1864 se autoexilia en Roma y en 27 años no volverá a su país. Residirá una temporada en Munich cuando ya era un autor reconocido a nivel europeo. En 1891 regresa definitivamente a Noruega y morirá en 1906 a la edad de 78 años.
En el 2006 al cumplirse 100 años del fallecimiento de Henrik Ibsen, el Ministerio de Asuntos Exteriores de ese país decidió que éste debe conmemorarlo en todo el mundo como el “Año Ibsen”. Ibsen es hoy el autor teatral más interpretado después de Shakespeare.
¿Qué escribió Ibsen?
Las obras completas de Ibsen (publicadas en un solo volumen en 1952) son fácilmente accesibles en cualquier biblioteca y basta echar un rápido vistazo para advertirse la existencia de tres etapas en su obra. La primera coincide con su estancia en Noruega durante su juventud. Son obras de carácter romántico en las que frecuentemente aparecen elementos folklóricos locales. Brand, por ejemplo, alude a la invasión de Dinamarca por los prusianos y a la ausencia de solidaridad que otros países nórdicos practicaron. Más interesante y actual es Peer Gynt (1868) cuyo protagonista Peer, caricaturiza el genio noruego, sumergido en la fantasía y poco previsor.
A partir de su autoexilio se siente más libre para profundizar en dos direcciones: realismo (no en vano es el padre del teatro realista) y crítica social. Esto lo convierte en un autor polémico ninguno de cuyos estrenos pasa desapercibido. En este período escribe sus dos mejores piezas: Casa de Muñecas y El enemigo del pueblo que es la obra que ha justificado este artículo. La primera ha sido considerada falsamente como una obra feminista. No lo es, es más bien, una obra en la que son denunciados los rasgos de la burguesía, su doble lenguaje, su conformismo y, finalmente, sus prejuicios. Y no es feminista en la medida en que el autor no reivindica la “igualdad” para la mujer. De hecho, la niega. Escribía a propósito de la obra: “Existen dos códigos de moral, dos conciencias diferentes, una del hombre y otra de la mujer” y aquí reside el problema, porque aun cuando la igualdad no exista y el hombre y la mujer sean diferentes, las leyes han sido escritas y eran interpretadas en aquella época solamente por hombres. La obra fue estrenada en toda Europa y en toda ella fue objeto de vivas polémicas.
Mucho más polémica sería todavía Un enemigo del pueblo (1882), la que, en nuestra opinión, es su mejor obra. El año anterior, Ibsen habia sido muy atacado por su obra Espectros e Ibsen se sintió como el protagonista de esta siguiente obra que trae a colación el drama de un hombre de convicciones frente a una sociedad sin principios que practica el oportunismo más absoluto e inmoral. Su protagonista, denuncia que las aguas del balneario son un peligro para la salud. Las fuerzas sociales del pueblo tratan de ocultarlo en la medida en que la prosperidad del pueblo está íntimamente ligada al balneario. Su obstinación en defender la causa de la verdad le llevará a enfrentarse con las fuerzas vivas del pueblo que terminan declarándolo enemigo aun siendo conscientes de que la denuncia del protagonista es perfectamente cierta. Éste, por su parte, descubre bruscamente que “las raíces de nuestra vida moral están completamente podridas, que la base de nuestra sociedad está corrompida por la mentira”. Debe de abandonar el pueblo sólo con su mujer y su hija.
Este período termina con El pato silvestre (1884), abierta al simbolismo en el que aborda el tema de la duda sobre si el ser humano puede o no regenerarse. Ibsen toma al pato salvaje herido que quiere morir en el fondo del lago, como una perífrasis simbólica de ser una sociedad que rechaza la verdad y vive en plena mentira autocomplaciente. El protagonista dice: “La vida podría ser bastante agradable si no llamasen a la puerta esos acreedores reclamando el cumplimiento de los ideales a pobres hombres como nosotros”. Esta obra se sitúa a medio camino entre el realismo social y el simbolismo que preside su tercera etapa.
En esta tercera fase de su obra, Ibsen se vuelve metafórico y sus producciones más representativas serán La dama del mar, El maestro constructor y especialmente Hedda Gabler. Precisamente, esta obra es la negación misma de cualquier “ramalazo” feminista que hubiera podido tener Ibsen cuando escribió Casa de Muñecas. La protagonista no respetaba los ideales y la moral de la mujer de la época, está obsesionada con el éxito, pero nada impide que sea profundamente desafortunada. Puede decirse que Ibsen se anticipó cien años al panorama de la mujer “liberada” actual, cuya liberación del varón, lejos de ser un “progreso” es la fuente de nuevas servidumbres sin compensación. No tiene salida, así que en la última escena se suicida.
¿Existe un nexo entre Hitler e Ibsen?
Estaba visionando de nuevo El enemigo del pueblo para escribir este artículo cuando descubrí una frase que había leído en un ensayo político. Decía Ibsen por boca del protagonista: “El hombre más fuerte del mundo es el que está más solo”. La frase, en efecto, fue recuperada justo cuarenta años después por un preso encerrado en Lamdsberg que escribió “El fuerte es más fuerte cuando está solo”. Ambas frases son hijas de la misma inspiración, pero la segunda fue escrita por un admirador de Ibsen, Adolf Hitler cuyas reflexiones en el penal de Lambsberg fueron transcritas en un libro que inspiraría al mayor movimiento de masas de la Alemania moderna, Mein Kampf.
Bruscamente me di cuenta de que la crítica que realizaba Ibsen a la democracia liberal había sido recuperada, frase a frase por Hitler en su obra política hasta el punto de que la posición del futuro führer sobre este tema era literalmente calcada de la de Ibsen. La cuestión era si se trataba de una casualidad o si algún historiador la había analizado ya. Es evidente que Mein Kampf sido viviseccionado desde el momento mismo en el que se entregó a la imprenta en cientos de ocasiones. Alguien, pues, debía haber notado la influencia de Ibsen sobre el pensamiento de Hitler. Y, por otra parte, en la biografía de éste debían existir también rastros del momento en el que se interesó por la obra del escritor noruego. ¿Era así?
Sin duda. Existe un nexo entre Ibsen el maestro y Hitler que asume buena parte de sus ideas y, en especial, la crítica a la democracia contenida en El enemigo del pueblo. En algunos capítulos del Mein Kampf, cuando Hitler habla de la miseria de los políticos bávaros de Weimar, parece que esté hablando de los personajes pintados por Ibsen a través de los cuales denunciaba a la pequeña burguesía conformista que intenta, por encima de todo, mantener su holgada posición… aun cuando se basara en una peligrosa mentira. Los políticos conservadores, la prensa libre, los progresistas, son denunciados por Hitler con las mismas palabras que se desprenden de los arquetipos de la obra de Ibsen, hasta el punto de que cabe pensar si durante su encierro en Landsberg, Hitler no tuvo acceso a los libretos de las obras de Ibsen.
Existía un testimonio de primera mano que retrasaba el conocimiento que Hitler tuvo de la obra de Ibsen hasta sus años de escolar. Era, como no podía ser de otra forma, August Kubicek, compañero de adolescencia de Hitler que trasladó sus recuerdo en una obra aun hoy frecuentemente reeditada como la mejor fuente biográfica de Hitler en esa época: Hitler, mi amigo de juventud. Ambos jóvenes acudían frecuentemente al teatro y a la ópera, pero no tuvieron ocasión de ver la representación de ninguna obras de Ibsen. Sin embargo, Kubicek dice a este respecto: “Los dramas de Ibsen los leyó Adolfo en Viena, sin que causaran en él una especial impresión” y añade: “Por lo menos, no puedo acordarme de ello”. Fin de la cita.
Era inevitable que los recuerdos de Kubicek fueran limitados a pesar de que su testimonio es inestimable para comprobar las convicciones de juventud del futuro Führer. Sin embargo, otros autores han abundado en las fuentes de las que bebió Hitler tras despedirse de su amigo de juventud. Debemos a Werner Masser una de las biografías más completas de Hitler en la que, igualmente se habla de las “fuentes” de Hitler, incluyéndose entre las más importantes a Ibsen.
En Estados Unidos incluso toda esta influencia ha sido tratada en un volumen dedicado exclusivamente a analizar la influencia del dramaturgo noruego sobre el führer: Hitler and Ibsen, subtitulado: El dramaturgo, el plagiario y la parcela del III Reich, de Steven F. Sage. El libro entra dentro de la órbita antinazi, pero la abundancia de documentación contribuye a dar credibilidad a la tesis central –más allá de las creencias políticas del autor- a saber, que Hitler tuvo muy en cuenta la obra de Ibsen a la hora de estructurar sus ideas e incluso su estilo.
En esta obra, Sage sostiene que “el joven Hitler” quedó muy impresionado y recibió la influencia de tres obras de Ibsen. La influencia más fuerte es, naturalmente, la de El enemigo del pueblo, con cuyo protagonista, el Doctor Stockman, Hitler se identifica. Parece evidente e innegable: cuando Stockman realiza en el acto III de la obra una crítica a la democracia ante la asamblea de vecinos del pueblo, lo esencial de sus puntos de vista están recogidos en el Mein Kampf en los capítulos que aluden a las inconsecuencias del sistema de partidos y a lo voluble de la opinión pública. Sage llega a opinar que la influencia de esta obra era, como mínimo similar a la que ejerció sobre el “joven Hitler”, la ópera de Wagner Rienzi. Compartimos esa opinión. En ambos casos, no se trataba solamente de “ideas”, sino mucho más de “identificaciones”. El “joven Hitler” quedó tan impresionado por las figuras de Cola de Rienzi y del Doctor Stockman, que, a partir de ese momento se identificó con ambos y con sus destinos. Pero hay una tercera identificación no carente de interés.
En El Emperador y Galileo, Ibsen rememora la figura de otro personaje “anómalo” de la historia: el Emperador Juliano, llamado “el apóstata”. Se trata de una de las figuras señeras de la Roma crepuscular que se reveló contra la decadencia y contra la fuerza del destino en nombre del viejo paganismo. Al igual que Stockman o Rienzi, del Emperador Juliano es una figura tan trágica como atractiva que define en sí misma el drama de todos aquellos que han decidido nadar contra la corriente. Ibsen consideraba que esta obra era su culminación como dramaturgo. Es, de hecho, la más densa desde el punto de vista de las ideas que consigue transmitir el drama interior del Emperador Juliano atrapado entre la voluntad de restaurar el viejo paganismo y la supremacía del cristianismo en los estratos populares de la población.
En cuanto a la tercera obra de Ibsen que mereció un interés por parte del futuro führer es menos conocida y –que sepamos- no ha sido representada en España. Se trat de El maestro de obras Solness que recupera el viejo tema del amor y de las diferentes formas de amar. De hecho, Ibsen fue un gran estudioso de la mentalidad femenina y muy frecuente hace de mujeres los ejes centrales de sus piezas (Hedda Gabler, por ejemplo, sin duda la más famosa de esta incursión en el mundo de lo femenino). Sin embargo, en El maestro de obras Solness, Hilde está enamorada del artista que da nombre a la pieza. Éste responde a sus amores, pero es evidente que para él no se trata de un ser carnal, sino que Hilde representa, no a una mujer real, sino a la fuerza ideal que está detrás de toda obra de arte auténtica. A pesar de que esta temática no mereciera ser incluida en su ensayo político, el Mein Kampf, es indudable que Hitler tenía una particular concepción del amor que hundía sus raíces en la producción de Richard Wagner que coincide exactamente con la incorporada por Ibsen a la co protagonista de El maestro de obras Solness.
La demostración que hace Sage de los vínculos entre el pensamiento de Hitler y la producción de Ibsen no deja lugar a dudas sobre la enorme influencia que ejerció éste sobre las opiniones del “joven Hitler”, mucho más de lo que recordaba August Kubicek. Sage indica que estas tres obras de Ibsen nunca desaparecieron de la mente de Hitler el cual parafraseó casi textualmente en algunas intervenciones públicas y en discursos ante las masas, frases de los dramas del noruego. Pero, además Ibsen ofreció al “joven Hitler” “modelos de comportamiento”, como mínimo, tanto como Wagner, hasta el punto de que termina asignándose el papel de los protagonistas de las piezas de Ibsen. Si Wagner ofreció en sus obras los valores metafísicos y trascendentales que asumiría Hitler en su concepción del mundo, Ibsen puso, literalmente, las palabras en su boca.
Otro aspecto que destaca Sage es la influencia que tuvieron las concepciones neopaganas de Ibsen especialmente en los años de juventud de Hitler. Más adelante, cuando ya haya iniciado su carrera política, no podrá evitar el tacticismo y el que algunos de sus principios más arraigados paran a segundo plano, o simplemente, fueran colocados en el baúl de los recuerdos, simplemente para no provocar fugas de electores o no abrir problemas que tenían poco sentido en una carrera de ascenso al poder.
El libro de Sage apareció en 2006 cuando se cumplía el primer centenario de la muerte de Ibsen. Hay que decir que el libro está redactado en un tono moderadamente anti-nazi, pues no en vano Sage es un antiguo becario de investigación en los EEUU del Holocaust Memorial Museum y no puede evitar demostrar su agradecimiento a quienes le financiaron sus estudios.
Es inevitable ver en este fragmento de El enemigo del pueblo la inspiración de la sentencia que Hitler añade en Mein Kampf: “El fuerte es más fuerte cuando está sólo”. Ibsen coloca esta frase al final del IV acto de su obra:
DOCTOR STOCKMANN.- ¿Qué locuras estás diciendo, Catalina? ¿Cazarme? ¿A mí, que ahora soy el hombre más poderoso de la ciudad?
SEÑORA STOCKMANN.- ¿Poderoso?... ¿Tú?
DOCTOR STOCKMANN.- Sí. Y hasta me aventuro a decir que soy uno de los hombres más poderosos del mundo.
MORTEN.- ¿De veras, papá?
DOCTOR STOCKMANN. (En voz baja.) ¡Chis! ¡Silencio! Todavía es un secreto; pero acabo de hacer un gran descubrimiento...
SEÑORA STOCKMANN. (Extrañada.) - ¿Otro descubrimiento?
DOCTOR STOCKMANN.- Sí, otro. (Congregando a todos en torno suyo.) Helo aquí. Escuchad. El hombre más poderoso del mundo es el que está más solo.
Algunos fragmentos de El enemigo del pueblo
Hemos entresacado algunos fragmentos –no particularmente seleccionados- de El Enemigo del Pueblo todas ellas pertenecientes a los Actos III y IV de la obra:
(…) No; la mayoría no tiene razón nunca. Esa es la mayor mentira social que se ha dicho. Todo ciudadano libre debe protestar contra ella. ¿Quiénes suponen la mayoría en el sufragio? ¿Los estúpidos o los inteligentes? Espero que ustedes me concederán que los estúpidos están en todas partes, formando una mayoría aplastante. Y creo que eso no es motivo suficiente para que manden los estúpidos sobre los demás. (Escándalo, gritos.) ¡Ahogad mis palabras con vuestro vocerío! No sabéis contestarme de otra manera. Oíd: la: mayoría tiene la fuerza, pero no tiene la razón. Tenemos la razón yo y algunos otros. La minoría siempre tiene razón. (Tumulto.)
(…) Os juro que no otorgaré ni una palabra de limosna a los desgraciados de pecho comprimido y respiración vacilante, quienes no tienen nada que ver con el movimiento de la vida. Para ellos no son posibles la acción ni el progreso. Me refiero a la aristocracia intelectual que se apodera de todas las verdades nacientes. Los hombres de esa aristocracia están siempre en primera línea, lejos de la mayoría, y luchan por las nuevas verdades, demasiado nuevas para que la mayoría las comprenda y las admita. Pienso dedicar todas mis fuerzas y toda mi inteligencia a luchar contra esa mentira de que la voz del pueblo es la voz de la razón. ¿Qué valor ofrecen las verdades proclamadas por la masa? Son viejas y caducas. Y cuando una verdad es vieja, se puede decir que es una mentira, porque acabará convirtiéndose en mentira. (Se oyen risas, burlas, murmullos y exclamaciones de sorpresa.) No me importa lo más mínimo que me creáis o no. En general, las verdades no tienen una vida tan larga como Matusalén. Cuando una verdad es aceptada per todos, sólo le quedan de vida unos quince o veinte años a lo sumo, y esas verdades, que se han convertido así en viejas y caducas, son las que impone la mayoría de la sociedad como buenas, como sanas. ¿De qué sirve asimilar tamaña podredumbre? Soy médico, y les aseguro que es un alimento desastroso, créanme, tan malo como los arenques salados y el jamón rancio. Esa es la razón por la cual las enfermedades morales acaban con el pueblo.
(…) Y yo estimo, Pedro, que eres un loco de atar. Voy justamente al meollo del asunto, puesto que estoy hablando de la repugnante mayoría que envenena las fuentes de nuestra vida intelectual y el terreno sobre el cual nos movemos.
(…) ¡Por Dios, señor Hovstad, no me hable usted ahora de verdades evidentes, reconocidas por todos! Las verdades que acepta la mayoría no son otras que las que defendían los pensadores de vanguardia en tiempos de nuestros tatarabuelos. Ya no las queremos. No nos sirven. La única verdad evidente es que un cuerpo social no puede desarrollarse con regularidad si no se alimenta más que de verdades disecadas.
(…) La creencia heredada de sus antepasados, y que usted defiende impensadamente sin descanso: me refiero a la creencia según la cual la plebe, la mayoría, constituye la esencia del pueblo; a su juicio, el hombre del pueblo, el que encarna la ignorancia y todas las enfermedades sociales, debe tener el mismo derecho a condenar y a aprobar, a dirigir y a gobernar, que los seres elegidos que forman la aristocracia intelectual.
(…) ¿Es que no podéis oír por una sola vez en vuestra vida una verdad sin encolerizaros? Realmente, no esperaba convenceros a todos en el primer momento; pero creía que, por lo menos, estaría de acuerdo conmigo el señor Hovstad, que es librepensador...
(…) Sí, tiene usted razón, es cierto. Nunca denotó esa sinceridad. En fin, no quiero comprometerle, señor Hovstad. Por lo visto, aquí no hay más librepensador que yo. Os voy a probar que La Voz del Pueblo se burla cuando dice que la mayoría es la esencia del pueblo. Eso no implica sino una adulación, un truco periodístico. ¿Se dan cuenta ustedes? La plebe es la materia prima que hay que transformar en pueblo. (Escándalo.) ¿No se han fijado en la diferencia que existe entre los animales de lujo y los animales vulgares? Piensen en la gallina de un campesino. ¿Qué clase de huevos pone? No mayores que los de una paloma. Imaginaos, por el contrario, una gallina japonesa o española, de casta selecta, y comparadlas. ¿No habéis visto a los perros, esos amigos de quienes casi puede decirse que pertenecen a la familia? Tomad un mastín grande, sucio, vulgar, que mancha todas las esquinas, y comparadle con un perro de raza, cuyos ascendentes se han alimentado bien durante varias generaciones y han vivido entre voces armoniosas y música. ¿No opinan que el cráneo de ese perro de lujo estará desarrollado de un modo muy diferente al del mastín? Creedme: los cachorros de esos perros de lujo son aquellos a quienes los titiriteros y los saltimbanquis enseñan las habilidades más extraordinarias que los otros no podrían aprender jamás.
(…) ¡Condéneme si no sois animales! Todos somos animales. Lo que pasa es que hay una gran distancia entre los hombres-mastines y los hombres de raza. Y lo más gracioso es que estoy seguro de que el periodista Hovstad me dará la razón... tratándose de cuadrúpedos. (…) Cuando se trata de animales de dos patas, el señor Hovstad no se atreve a compartir mi opinión. Predica en seguida en La Voz del Pueblo que la gallina del campesino y el mastín callejero son más distinguidos y mejores que la gallina y el perro de lujo. Así será siempre con el hombre, mientras no eliminen lo que hay de vulgar en él, para alcanzar su verdadera distinción espiritual. (…) La plebe a que me refiero no se encuentra sólo en las clases bajas; también bulle en torno nuestro, aun entre las clases más elevadas de la sociedad. Básteos mirar a vuestro propio alcalde. Mi hermano Pedro es tan plebeyo como cualquier otro bípedo calzado con zapatos.
(…) Pero es un plebeyo, porque piensa lo que piensan sus superiores, porque opina lo que opinan sus superiores. Quienes hacen eso serán siempre plebeyos morales. Por ello digo que mi queridísimo hermano Pedro es tan poco noble en realidad, y por consiguiente, tan poco liberal.
(…) Sí, en efecto, ése ha sido otro de mis descubrimientos; sólo el liberalismo tiene valores morales. Así, pues, conceptúo indisculpable por parte de La Voz del Pueblo afirmar que la mayoría, únicamente la mayoría, está en posesión de los principios del liberalismo y de la moral; que la corrupción, la vileza y todos los vicios son patrimonio de las clases altas de la sociedad, y que de ellas proviene toda la podredumbre, como el veneno que corrompe y contamina el agua del balneario proviene de las porquerías del Valle de los Molinos. (Escándalo. El DOCTOR STOCKMANN, sin turbarse, prosigue sus palabras, arrastrado por sus pensamientos.) La misma Voz del Pueblo pide para la mayoría una educación superior y cabal. Pero la verdad es que, según la tesis del propio periódico, eso sería envenenar al pueblo. He aquí una vieja equivocación popular: creer que la cultura intelectual es contraproducente, que debilita al pueblo. Lo que de veras debilita al pueblo es la miseria, la pobreza, y todo lo que se hace para embrutecerle. Cuando en una casa no se barre ni se friega el suelo, sus habitantes acaban por perder en un par de años toda noción de moralidad. La conciencia, como los pulmones, vive de oxígeno, y el oxígeno falta en casi todas las casas del pueblo, porque una mayoría compacta, que es harto inmoral, quiere basar el progreso de nuestra ciudad sobre fundamentos arteros y engañosos.
(…) ¿Y qué importa que se arruine una sociedad podrida? Lo mejor que se puede hacer es acabar con ella, acabar con todos los que viven de la mentira como bestias dañinas. Terminaréis por contaminar todo el país, y sois capaces de llevar también a él la ruina de la ciudad; si se llega a tal punto de corrupción, gritaré con toda mi alma que este país debe ser aniquilado, que nuestro pueblo debe desaparecer de una vez para siempre.
Sospecho que la plebe debe de ser tan insolente allá como acá. En todas partes ocurrirá lo mismo. ¡Bah!, no le importa que los perros me enseñen los colmillos. Me río de ellos. Pero eso no es lo peor; lo peor es que de una punta a otra del país todos los hombres resultan esclavos de los partidos. El mal no se acusa tan malo por sí. Es posible que en América los asuntos públicos no se lleven mejor; allí hay asimismo mayoría aplastante, uniones liberales y todas esas patrañas. Matan, pero no queman a fuego lento, no encadenan un alma libre, como aquí, y siempre el individuo puede apartarse, abstraerse. (Se pasea por la estancia.) ¡Ah, si supiera de un bosque virgen o de alguna isla solitaria en los mares del Sur, donde pudiese vivir solo!
(…) ¿Qué dices, Catalina? Es que prefieres verlos vivir en una atmósfera como ésta? La otra noche, tú misma has podido comprobar que la mitad de la población está loca de atar, y que, si la otra mitad no ha perdido la razón, es porque los imbéciles carecen de razón que perder.
(…) ¿Qué quieres insinuar? ¿Que no es exacto lo que dije, lo que digo? ¿Que esas ideas no trastornan el juicio? ¿Acaso no son una mezcla de justicia e injusticia? ¿No han llamado mentira a lo que yo sé que es verdad? Por último, la mayor insensatez de esos hombres de edad madura, de todos esos liberales, de toda esa masa infecta, es que se creen y se hacen pasar por espíritus libres. ¿Dónde se habrá visto nada semejante, Catalina?
(…) ¿Y qué quieres que le haga, Catalina? ¿O es que prefieres que me arrastre por el fango, dependiendo de la opinión pública, de la mayoría compacta y de todas esas paparruchas? No; lo que deseo es bien sencillo: deseo meter en la cabeza a esos estúpidos a quienes llaman aquí liberales, que son los peores enemigos de las hombres libres, que los programas de partido abortan toda verdad capaz de vivir, que la forma como interpretan ciertas conveniencias está fuera de toda moral y de toda justicia, y que acabarán por tornar la vida de todo punto insoportable. ¿No opina, capitán, que lograré hacérselo comprender?
(…) Pues va a entenderlo en seguida. Se impone que desaparezcan los cabecillas de partido. Todo cabecilla es un lobo, un lobo hambriento que necesita para vivir cierto número de gallinas y cordederos. Y si no, díganlo Aslaksen y Hovstad. ¿Cuántos corderos devoran? Y los que no devoran, los inutilizan, convirtiéndolos en propietarios de casas y en suscriptores de La Voz del Pueblo. (Se sienta en el borde de la mesa.) Ven aquí, Catalina. ¿Ves cómo nos envía el sol sus rayos generosos, y cómo nos refresca la brisa de primavera que entra por esa ventana?
(…) Nunca. Les enseñaré yo mismo. Ya no tendréis que estudiar nada de nada; pero, eso sí, haré de vosotros hombres libres y superiores. Para ello, Petra, necesitaré tu ayuda, ¿me oyes?
MORTEN.
- ¿Y qué vamos a hacer cuando seamos hombres libres y superiores?
DOCCTOR STOCKMANN.
- Entonces, hijos míos, iréis a la caza de lobos, que por aquí abundan.
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