Sunday, May 24, 2009

APOCALYPTO: EL PRIMITIVISMO APARENTE DE LO HUMANITARIO

APOCALYPTO: EL PRIMITIVISMO APARENTE DE LO HUMANITARIO
Por Armando Arteaga


 
Apocalypto: la última película de Mel Gibson vista en Lima trae algunas apreciaciones inaceptables, algunas ideas –supuestas- acerca de la devastación histórica de Occidente, mirando frívolamente hacia lo “primitivo”. Muchas de estas versiones, sumarísimas, del cine mediocre que hace Gibson: son rebatibles, por supuesto. Este filme, no deja de ser un impromptu más del llamado cine “chatarra”, algo que se puede arrojar al tacho de basura, y al olvido del espectador. No pasa de ser un devaneo de imágenes con efectismo que manosea la “historia”, un espécimen mediocre.

La idea de lo bárbaro supone la etapa de un “primitivismo” como parte de la condición humana, en un “devenir histórico” aceptable acerca del colonialismo. Esta primera proposición es rebatible, porque supone siempre una “eterna” lucha entre el colonizado y el colonizador, sin tener en cuenta las condiciones “tecnológicas” de las armas de esta oposición de contrarios, ya sean estas armas “culturales” o herramientas “materiales”. 
 Parte de la mentira más idiota de Occidente es no considerar la complejidad de este nivel “tecnológico” dentro de las contradicciones sociales permanentes. Occidente observa esta situación como algo “estático”, que no cambia nunca, cuando es al contrario: algo “dinámico”, es algo dialéctico, que va modificando la situación de las cosas en un desarrollo desigual. La modificación de este “contraste” entre el colonizado y el colonizador va a depender de la aceptabilidad “económica” y “tecnológica” de ambos. Se impone el más fuerte en algún momento, y más tarde, puede que sea lo contrario. El colonizado nunca se rinde ni capitula al defender la originalidad de su “cultura nativa”. Contra lo que ha creído parte interesada de esta “inteligencia” europea de los colonizadores, para escribir o filmar la “historia”. 
 

La “visión” de los que vencen y se imponen a la fuerza, es irresoluble: el colonizado admite su derrota tecnológica, pero con reparos, cambia su estrategia y su “versión” de las cosas, y asume esta parte “histórica” como la debacle de una guerra, pero eso le pasa a cualquiera de los pueblos de la tierra. Para algunos intelectuales y artistas de la “inteligencia” de Occidente esta contradicción entre colonizado y colonizador es siempre casi como “eterna” oposición, creo que mejor es una manera de falta de ética para mirar el pasado. No siempre fue así esta “dicotomía” en la “historia”. Lo “primitivo” asociado a la supervivencia, es lo que le interesa mostrar a Mel Gibson, para hacernos ver que el cine también puede tocar estos temas, aunque sea solo superficialmente y demagógicamente, con imágenes llenas de “salsa de tomate”, y con un “maquillaje” que no convence.



Ni los mayas fueron tan primitivos, ni Mel Gibson es tan “humanista” como los occidentales, tal como se muestra en el filme Apocalypto. Para observar con “inteligencia” la historia, para mirar “hacia atrás” y no petrificarnos, aceptemos lo que dice Remo Guidieri en su libro “La abundancia de los pobres” (Seis bosquejos críticos sobre la antropología): “¿Cuáles son las razones que incitan a Occidente a querer pensar lo primitivo? En sus comienzos, empujado por la ambición de conocer sus propias posibilidades, Occidente se encontró con lo que no era Occidente. Y esa conciencia de su propio destino fue determinante para las culturas que se hallaban fuera de su ámbito. Pero el deseo de conocerlas no se inicia en rigor sino hasta que Occidente comienza a interrogarse acerca de lo humano, como si flaqueara su fe en sí mismo. La idea del bárbaro comprende ya el primitivismo como determinación de lo humano”.



Si lo “arcaico”, culturalmente hablando, es parte de nuestro “horizonte” como americanos, y el “horizonte” empieza donde se inagura la “historia” para los occidentales, eso es algo inaceptable: tesis que no es “aceptable” por ser inexacta socialmente hablando; pues no podemos renunciar para nada de nuestro pasado que es mucho más amplio que ese tenue “horizonte cultural”, es apenas una parte integral de nuestra cultura ancestral, y tiene la dimensión original de nuestra “sedimentación antropológica”. Si el cine quiere revaluar lo “primitivo” no tiene que agarrarse de la “ideología” que glorifica a Occidente. La sabiduría “primitiva” es dueña de una plenitud espiritual y comunitaria, es algo aún más compleja que una simple mirada cinematográfica simplona y ruborizada.
Occidente nos quiere dorar la píldora, ¿debemos tragarnos el sapo de las atrocidades de la guerra de Irak sin chistar? Por lo que sabemos, a través de la “historia”, Occidente es más “arcaico” que cualquier segmento “histórico” de “primitivismo” contemporáneo. Occidente supone el pasado como una “añoranza” y considera el presente como caída atroz de su desgracia “histórica”. Todo esto es un “sofisma” cultural. La cultura maya atestigua una sabiduría muy particular, dominando hasta el concepto integrador de lo humano socializado. Este pueblo “primitivo” tiene todavía mucho que enseñarnos. El “mito” de la libertad absoluta en lo “histórico” se afirma en la ideología contemporánea “humanista” de la que hace gala Mel Gibson, su “cine” se vuelve funcional e “histérico” frente a lo “histórico”, es tan arcaico como sus ideas “humanistas”. La modernidad todavía no ha triunfado sobre el “primitivismo” humano. No ha podido zafarse de tal determinismo histórico.


Sabemos que la modernidad y lo primitivo son cosas tan contemporáneas. Occidente quiere uniformizar el pensamiento del presente actual para proyectarse sobre un futuro incierto y en crisis. Por lo que tiene que convencernos que el pasado ha sido una lucha por la supervivencia: lo que ha destinado el camino de la historia.

Es allí, en esta premisa, donde se equivoca la visión “histórica” e “histérica” de Mel Gibson al repetir cosas trilladas por los “intelectuales” de cierta derecha “occidental”. Toda la “inteligencia” de estos pueblos “primitivos” como los mayas tienen otra lógica para sobrevivir, que no fue necesariamente la lógica del dinero, o la del mercado, o el consumo devorador, la acumulación o la plusvalía, o la depredación de la naturaleza. Occidente tiene siempre un “colonizador” en su mente cuando cuenta su historia.

Por nuestros lares, americanos también, en el mundo quechua, y en el declinar “histórico” de nuestra cultura inca: mientras Pizarro miraba alucinado el oro, Atahualpa miraba anonadado el vidrio. Son dos miradas absolutamente diferentes.