Tuesday, June 26, 2007

SCIENCE FICTION: EL FUTURO YA PASÒ/ ARMANDO ARTEAGA

SCIENCE FICCIÓN (SF)*: EL FUTURO YA PASÓ
Por Armando Arteaga

Primer número de la revista Minotauro, Argentina.

La ciencia de ficción no tiene nada. Al contrario, del realismo, su objetividad para enfrentar lo fenomenológico de las cosas, es esforzadamente palpable. Pero, los escritores han inventado un género narrativo de Fantasy and Science Fiction, llamado en nuestro medio SF*: ciencia-ficción, que desde las últimas tres décadas del siglo XX a venido a contribuir con todo el “futuro” y sobre el prestigio de la ciencia (una de las formas más modernas del conocimiento humano y de gran complejidad). La SF* se apoya en los excelentes resultados de los nuevos aportes de las matemáticas, la física, la química, la biología, y la cibernética, para expresar sus propios puntos de vista en torno al inminente destino y futuro de la humanidad.

La SF*, libre de los grilletes del realismo social (esa manera tradicional de enfocar la novela y el cuento contemporáneo) tiene otros limites y fronteras. Este nuevo género literario llamado SF*, a desarrollado un nuevo espacio cultural para nuevas experimentaciones narrativas, llenas de un juego de imaginación futurista e invención renovada, con una enorme fuerza de recreación para las nuevas ideas científicas. Se me ocurre, por el momento, algunos nombres para celebrar este nuevo escenario de este diverso y deslumbrante mercado del arte y la literatura: Isaac Asimov, Alfred Bester, Ray Bradbury, Arthur C. Clarke, Zenna Henderson, Richard Matheson, y el poeta Archibald Macleish (con su “Epístola para ser dejada en la tierra”).
 
Diseño y Maqueta del filme Blade Runner.

El cine ha tenido también “invasiones” sinceras, por efecto de estas ficciones futuristas como “2001, Odisea del Espacio” de Stanley Kubrick y “Blade Ranner” de Ridley Scott. Desde los inicios, de Georges Mélies con su fantástico “Viaje a la Luna”, y el atractivo de los efectos especiales, que suscitaron películas del cine mudo como “El Gabinete del Dr. Caligari” y “Metrópolis” donde la revolución del “futuro” entró en escena.. Cuando Carl Dreyer argumentó –a finales de la era del cine mudo- que el más próximo pariente del cinema era la arquitectura, no estaba lejos de avizorar nuevas claves para el entendimiento del cine como el arte más importante en la etapa industrial que vivimos.

“Blade Runner”, la tercera película de Ridley Scott, que por las características vanguardistas es un filme de ciencia-ficción, y por su aproximación a lo misterioso es también lo que podría llamarse “cine de especulación científica y filosófica”: Nos acerca vertiginosamente a la sentencia del maestro sueco Dreyer, en la búsqueda de “ese mundo de la imaginación”. En “Blade Runner”, la arquitectura juega un papel protagonico principal. La cámara se remonta y se proyecta, por espacios reales e inverosímiles, y la imagen se escurre por la pantalla, dejándonos anonadados dentro de las calles de una megapolis futurista que nos presagia una especie de proyecto urbano fabricado para el 2019. El filme transcurre dentro de esta inmensa ciudad futurista. La Corporación Tyrell es la fábrica más avanzada en ingeniería genética y entre sus objetos fabricados “replicantes” a lanzado el modelo Nexus 6, que es la copia más perfecta de replica de un ser humano. En la cima de una torre principal de 700 pisos se bifurca el espacio y el futuro

En nuestro medio latinoamericano a partir de la década del setenta fue muy celebrado el libro “Cosmos” de Carl Sagan que ayudó difundir el nuevo periodismo científico y a prosperar este genero literario en torno a la SF. También, es valido el aporte de la revista “Minotauro”, cuyo primer número se realizó en setiembre-octubre de 1964 en Buenos Aires. En “Minotauro” publican por primera vez en castellano: Anthony Boucher, Fritz Leiber, Kit Reed, Poul Anderson, J.G. Ballard, Damon Knight, Robert Sheckley, Robert A. Heinlein, Algis Bufrys, Michael Shaara, Carol Emshwiller, Robert F. Young, Charles Beaumont, James White, John Anthony West, Robert Aberbathy, Richard McKenna, Jane Beauclerk, A.E. van Vogt, Mack Reynolds, Theodore Sturgeon, Fritz Leiber, Bill Brown, Terry Carr, y Robert J. Tilley. Todas estas ediciones de “Minotauro” bajo la dirección acertada de Ricardo Gosseyn. Casi todos estos escritores lograron la aceptación del publico facultativo de este genero SF. Todos ellos, se han mantenido vigentes a través de sus respectivas obras literarias.

El genero SF es muy antiguo para la literatura, está en parte en la “Odisea” de Homero, este viaje en donde aparecen cíclopes, hechiceros y algunos monstruos que están en el registro de personajes de la SF. Así, la SF, sería una rama de la literatura que se ocupa de desarrollar aspectos de lo imaginativo irreal (aparentemente), de lo inverosímil con cierto sustento científico, aceptando lo verídico y su comprobación –fácil- en el futuro. Con cierta veta realista que trata de reflejar el universo tal como es. Esta apertura hacía lo seudo-científico, abrió las puertas –es cierto. para un periodismo técnico y metodológico que más tarde llegó para vulgarizar: lo científico, luego de la muerte de Franco en España, con la revista “Sabía Ud. Que”, por ejemplo, entusiasmando a nuevos lectores ávidos para la comunicación de nuevas invenciones literarias, que han venido lectores (desde las ramas de la ingeniería, las ciencias físicas y matemáticas aplicadas, la arquitectura, la biología y la química), preocupados en el presente y el futuro inmediato. Algunas insistieron en buscar la cuadratura del circulo.

La Editorial Bruguera, publicó en esta apertura –masivamente-, las “antologías” de los relatos más importantes en los géneros de anticipación y fantasía científica de la revista norteamericana “The Magazine of Fantasy and Science Fiction”, considerada la más importante de todas. Los lectores españoles se fueron familiarizando con obras de Philip K. Dick, Norman Kagan, Ron Goulart, Dean H. Koontz, David R. Bunch, Gahan Wilson, y Robert Taylor, entre otros. Las presentaciones de Carlo Frabetti no dejaban de ser deslumbrantes cuando escribió: “lo asombroso, lo increíble, lo demencial y lo alucinante, se encuentran a nuestro alrededor, en todas partes...Bastaría con que los periódicos contaran la verdad para que, a su lado, las más delirantes fantasías del escritor más imaginativo parecieran triviales. A este paso, lo que habrá que situar en el futuro, para darle visos de verosimilitud, será lo que hasta ahora se ha llamado novela realista”.

El relato “Somnium” de Johannes Kepler publicado póstumamente en 1634 descubre a su protagonista en un imaginativo paisaje lunar. No es una obra de pura fantasía, Kepler le otorga a la luna: el día de dos semanas y la noche también de dos semanas, acontecimiento astronómicamente aceptado. Es la primera observación verídica yn aceptada, de otro modo hubiese sido solo fantasía. Todo esto es debido a una obsecuencia ocular e inteligente percepción científica de Kepler. La SF* ayudó a divulgar con mayor énfasis obras como “Viaje a la Luna” o “Veinte mil leguas de viaje submarino” de Julio Verne hasta “La guerra de los mundos” de H.G. Wells. Se despertó el interés por las obras y los escritos de matemáticos y físicos como Euler, Galileo, Newton, Ostrográdski y Chaplíguin.

The Magazine Asimov, una de las màs grandes revista de SF*.

La ciencia se basa en la observación, la experimentación y en la propuesta de las hipótesis, de las leyes validas y reales para todos. La hazaña de esta inventiva ha sido sublimada por la SF*. Isaac Asimov a determinado algunas características al género de la SF: “La auténtica ciencia-ficción trata de la ciencia humana como del constante avance del conocimiento y la constante habilidad de los seres humanos para conseguir comprender mejor las normas del universo e incluso alterar algunas partes de él, mediante su ingenio, para su propio confort y seguridad”. Aunque empieza a aparecer cierto aterrorizamiento por el peligro de esta manipulación humana a las normas de la naturaleza. Es algo que recién comienza a mortificarnos. Y de ser así, la ciencia-ficción se convierte entonces en un fenómeno enteramente moderno, y no puede reclamar la representatividad de una avanzada edad. Este fenómeno es reciente, parte de esta modernidad existente. Y no deja de tener razón Asimov: la SF* es una expresión consciente, especulativa, pero a la vez científica. Asimov Magazine de Planeta-De Agostini publicó las mejores obras breves de SF entre otras traducciones de los originales en inglés de Alan Dean Foster, Jayge Carr, Jonathan Milos, Martín Gardner, Sharon Webb, Stephen Tall y Frederik Pohl, entre otros narradores del porvenir.
La última pregunta de Asimov.

La Antología “Lo mejor de la Ciencia Ficción del siglo XIX” (Tomos I y II) de la Editorial Hyspamerica, recopilada por Isaac Asimov, que sabe mucho de ciencia-ficción, es bastante referencial y muy buena, para empezar con base en el viaje por la SF*. Asimov –aparte de sus dos introducciones necesarias y suficientes- incluye los siguientes textos:

Tomo I:

-El hombre de la arena, por E.T.A. Hoffmann
-El mortal inmortal, por Mary Wollstonecraft Shelley
- Descenso al interior del Maelstrom, por Edgar Allan Poe
-La hija de Rappaccini, por Nathaniel Hawthorne
-El reloj que marchaba hacia atrás, por Edward Page Mitchell
-En el sol, por Robert Milne
-Una historia de gravedad negativa, por Frank R. Stockton

Tomo II:

-El Horta, por Guy de Maupassant
-Los Xipehuz, por J.H.Rocín Aine
-El posible camino, por Edward Bellamy
-El gran experimento Keinplatz, por Sir Arthur Conan Doyle
-En el abismo, por H.G. Wells
-La catástrofe del valle del Támesis, por Grant Allen
-El saurio, por C. J. Cutcliffe Hyne
-Un millar de muertos, por Jack London.

Si bien, Julio Verne, por su reconocimiento fue el más grande escritor de ciencia-ficción del siglo XIX, no fue el único, y muchos no saben que es Mary Shelley, en 1818, con su obra “Frankenstein” que se adelantó en el tratamiento de la fealdad “terrorífica” y del pánico, superando incluso la desencarnada realidad de lo abominable en el relato más aplaudido de la literatura fantástica, como fue “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de Robert Louis
Stevenson.
Gran Antología de Ciencia Ficción.
No se puede desterrar de la mente -ha dicho M. Vasilíev- el pensamiento en el futuro. Para entender mejor la SF* no olvidemos el libro “Reportaje desde el siglo XXI” de M. Vasilíev y S. Gúschev donde los científicos soviéticos pronostican el futuro, en pleno cierre de las últimas páginas del libro de la Guerra Fría. El futuro siempre a vivido en la imaginación de los hombres. Planificar, ver el futuro, es una de las demandas más serias y naturales de los individuos. La idea de ir hacia el futuro es siempre fascinante. Pero el futuro sin el pasado es como ver el final de un filme sin haber visto el comienzo.

La historia puede ayudarnos a explicar mejor esto. Tomás Moro en “Utopía” empezó a preocuparse por esta idea del “futuro” como una “utopía”. Tommaso Campanella en “La ciudad del sol” del socialismo ingenuo donde la gente vive en la felicidad y la abundancia, y al proponer el diseño de una ciudad perfecta, estaba metido también en la obsesión por el futuro, como lo estuvieron las ideas de Robert Owen, Charles Fourier y Saint Simón. No hay fantasía hacia el futuro sin el aporte de las utopías.

Otra buena Antología de Ciencia Ficción que recomendamos.
 
El primero que vislumbró el futuro de la ciencia, para mi pasadista entender, fue en el siglo XVII, Francis Bacon con su “Nova Atlantis” que desde 1626 nos facilitó el camino hacia el futuro. “Nova Atlantis” era una isla, emergida desde el fondo del mar, es el país de la ciencia: allí, ya Bacon, habló de “los fitoncidios, sustancias fragantes y volátiles que se dan en las plantes coníferas y en las flores del cerezo silvestre”. La ciencia desde Bacon a sido una fuerza productiva directa, un instrumento de transformación, para mejorar la vida.

En el Perú son muy pocos los escritores que han trabajado o trabajan en este género de SF*, a duras penas unas timidas referencias de cierta aproximación a la ciencia y la ficción en José B. Adolph, en su respetable libro “Cuentos del relojero abominable” donde trabajó el tema del tiempo. Por lo demás, es muy respetable su aporte, y se nota tal vez su falta de visión científica para abordar con mayores premuras y honduras este tema de la SF*. Y, en el ensayo de recreación periodística-científica: los trabajos amenos de Thomàs Unger, sus "Ventana a la Ciencia", y también el recordado Oscar Miro Quesada, el popular “Racso”, uno de los pioneros en la divulgación de ideas y libros científicos. Recordemos algunas de sus obras como: “La relatividad y los quanta”, “El número y la realidad”, “Los misterios de la astronomía”, y “La bomba atómica”, que ayudaron a despertar el interés por lo científico en nuestro medio.

Un libro "clásico" español imprescindible de Ciencia Ficción.
SF*: ciencia-ficción.

Thursday, June 14, 2007

CHARLES CHAPLIN Y LA VANGUARDIA PERUANA/ CARLOS ARROYO REYES

Charles Chaplin y la vanguardia peruana

por Carlos Arroyo Reyes


Imagen universal de Charlot.
Mientras la prensa amarilla de los Estados Unidos, aprovechando el escándalo Lita Gray, llenaba de insultos a Charles Chaplin a principios de 1927, y parecía obligarlo al ostracismo, en el Perú de fines de los años veinte, intelectuales de vanguardia como José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Jorge Basadre o María Wiesse no sólo se deleitaban con las insuperables películas del cómico británico, sino incluso encontraban en los personajes de algunas de ellas –como La fiebre del oro, o El circo– el paradigma de la nueva sociedad que buscaban construir. Chaplin se convirtió así, ante el lente del intelectual peruano de ese entonces, en una suerte de bolchevique o comunista informal. Las razones de esta traspolación se encuentran, posiblemente, en el ensayo que Mariátegui dedicó a Chaplin: allí se afirma que el cómico era la antítesis del burgués porque era "bohemio" y siempre estaba dispuesto a la aventura y el cambio, algo que el capitalismo de los monopolios ya no está en condiciones de permitir.
La película como sátira social
A comienzos de 1914, cuando Charles Chaplin y el cinema se encuentran, las películas apenas alcanzaban los dos rollos, y ni por asomo se pensaba en el cine hablado. El séptimo arte acababa de nacer y no habían transcurrido ni dos décadas desde la invención del cinematógrafo por los hermanos franceses Lumière. Tal sería la fuerza que la personalidad de Chaplin imprimiría a este joven arte, que cuando nació el cine sonoro, a mediados de 1928, muchos creyeron que había llegado el fin.
Nacido el 16 de abril de 1889, Charles Chaplin fue un joven actor británico que, entre enero y octubre de 1913, tuvo un éxito creciente en los Estados Unidos. Su popularidad se debió, sobre todo, a la interpretación de un papel secundario en las giras de Fred Karno: el borrachín de Una noche en un club inglés. Este fue su trampolín al fabuloso mundo del cinema: a fines de ese año, Adam Kessel lo contrató para las películas Keystone durante las próximas cincuentidós semanas de 1914.

El genio cinematografico de Charles Spencer Chaplin.

Con las trenticinco películas que filmó para la Keystone, Chaplin terminó de convertirse en el favorito del público de Estados Unidos e Inglaterra. Pero esta vez su nombre se asoció al de uno de los personajes de su película Entre los chaparrones: Charlot. Desde ese entonces, Chaplin conservaría durante casi tres décadas el mismo traje, el mismo maquillaje y los mismos gestos característicos; es decir, la figura del vagamundo que lleva sombrero hongo, chaqueta corta, un pantalón demasiado ancho, chaleco de fantasía, corbata y cuello postizo, anda igual que un pato y utiliza su paraguas como bastón.
En 1915 la suerte le siguió sonriendo. Ahora, en virtud de un contrato con las firmas Essanay, las películas eran escritas y dirigidas por él, lo que le permitió expresar un sentimiento que después sería manifiesto. Por ejemplo, el elemento que apareció en El campeón era a la vez humano y social. Chaplin no se contentaba con matizar los sentimientos de Charlot, sino además resaltaba la situación social de su personaje y las dificultades en que la sociedad lo ponía. Su desesperación explicaba así, a los ojos del público, la astucia de la herradura: frente al gran bruto, el sin trabajo atacado debía defender su vida. Tenía ese derecho.
Las inclinaciones sociales de Chaplin se acentuaron a partir de 1916, después que firmó un contrato con John R. Freuler. Esto se reflejó en la filmación de películas como El usurero, El tramoyista o La calle de la paz, que representan una brusca ruptura en el estilo y la obra de Chaplin. Algunos de sus biógrafos, como Georges Sadoul, han llegado a afirmar que la última de las películas citadas cerró "la serie de las películas-ballet para iniciar la serie de las sátiras sociales" (Vida de Chaplin, México, FCE, 1955, pág. 64).
Y es cierto. Hasta un detalle del reparto de La calle de la paz muestra las intenciones de Chaplin: los predicadores de la misión y los policías de la comisaría están interpretados por los mismos actores con indumentaria diferente. Además, en uno de los subtítulos de la película se lee: "…El Amor es ayudado por la Fuerza". Pareciera como si la religión, así comprendida, es también un medio de represión contra los pobres.
De esta forma, Chaplin estructura la trama sobre la que se desarrollarán sus futuras películas: por un lado, la humillación sistemática de los dignatarios (damas elegantes y obesas, señores panzudos de chistera, policías, jueces, ministros hipócritas, patrones, funcionarios, soberanos, etc.); y, por el otro, la reivindicación de la dignidad de los pobres (sirvientes, hombres sin trabajo, emigrantes, picapedreros, labradores, soldados, etc.). Un tema que se repetirá en El emigrante (junio de 1917), Una vida de perro (abril de 1918), Charlot soldado (octubre de 1918), o Un idilio en el campo (junio de 1919).
Consciente o no, Chaplin toca dos problemas fundamentales de la época: la desocupación y la guerra. Mientras el tema de Una vida de perro es la historia de uno de esos sin trabajo que el cómico vio arrastrarse por las calles y dormir en los solares abandonados; Charlot soldado fue para América el equivalente exacto de lo que había sido para Europa El fuego, de Barbusse: un grito de cólera surgido directamente de las trincheras.
Por eso, desde esos años se inició una campaña contra Chaplin: primero la prensa estadounidense hizo eco a la millonaria campaña sobre el "cobarde" que no quería pelear por su patria; y luego, cuando Chaplin terminó su película Charlot soldado, la First National –con quien el cómico tenía un contrato desde junio de 1917– se negó rotundamente a distribuirla. Y Chaplin tuvo que ceder: su película de cinco rollos no pudo presentarse.
La campaña contra Chaplin arreció en los años siguientes, en la medida que desde 1918 el cómico no ocultó la simpatía y el interés que le inspiraba la revolución rusa; ni tampoco disimuló su amistad con personajes cercanos a la experiencia soviética, como Max Eastmann o H. G. Wells. Y desde ese momento cualquier motivo resultó bueno para atacarlo. Por ejemplo, en 1927 su divorcio de Lita Gray sirvió de caballito de batalla para que la prensa derechista de los Estados Unidos lo insulte a su gusto ("inmundo judío", "emigrante inglés", "inmoral").
Después de los incidentes con la First National, Chaplin dejó de filmar películas a un ritmo similar al de antes. Trabajar el guión y dirigir El chico, para citar un caso, le llevó todo el año de 1920. Algo similar ocurre con sus películas posteriores, como El peregrino (1922), La fiebre de oro (1924-1925), El circo (1926-1927) o Luces de la ciudad (1928-1930). Pese a que, en este período, la cantidad de producciones disminuye, no puede decirse lo mismo de la calidad: son éstas, sin duda, las mejores películas de Chaplin.
Al menos, se conoce que él mismo consideraba a La fiebre del oro como su "obra maestra". Es una película que se sitúa en 1898, cuando en las heladas soledades de Alaska una hilera de buscadores de oro avanza hacia un desfiladero. Charlot es uno de ellos. Narra las peripecias por las que pasa para encontrar la más rica mina de oro, y tiene un final feliz. La película muestra, además, escenas realmente magistrales, como aquella cuando se agotan las provisiones y Charlot se come sus zapatos cocidos: enrolla los cordones como espaguettis, y chupa cada clavo como si fuera un hueso de ave.

El Pibe, uno de los màs recordados filmes de Chaplin.

La imagen de Chaplin en el Perú del veinte
Teniendo tales características, la figura de Chaplin repercutió vivamente en el pensamiento de la vanguardia peruana que se encontraba aglutinada alrededor de la figura de José Carlos Mariátegui. En 1928, por ejemplo, tanto el propio Mariátegui como César Vallejo, María Wiesse y Jorge Basadre se ocuparon del clown británico y de algunas de sus películas, como El emigrante, Una vida de perro, El chico, El peregrino, La fiebre de oro o El circo, que ya se habían exhibido en los cines de Lima.
Testimonios recogidos por el biógrafo Guillermo Rouillon dan cuenta de que Mariátegui, no obstante el infatigable trabajo que desplegó en los últimos años de su vida, se daba tregua para concurrir a las salas cinematográficas del centro de Lima, con el buen ánimo de no perderse ninguna de las películas de profunda raíz popular de Charlot Chaplin. "José Carlos –cuenta Rouillon– acudía al cinema durante las funciones vespertinas, unas veces alternando con la compañía de Adler y otras con la de Navarro Madrid, para ver La fiebre del oro, El circo, El emigrante, El peregrino, etc. De retorno a la casa en su silla de ruedas, que era conducida por uno de los precipitados acompañantes, comentaba, entusiasmado, los argumentos y el arte personal de Chaplin que, a su vez, hacía el autor, director de escena y protagonista de las obras tragicómicas presentadas ante el público" (La creación heroica de José Carlos Mariátegui. La edad revolucionaria, Lima, 1984, págs. 442-443).
Son estas simpatías las que llevaron a Mariátegui a escribir "Esquema para una explicación de Chaplin", publicado en el número 18 de la revista Amauta (octubre de 1928). Más que una coincidencia casi biográfica –ambos fueron muy pobres, huérfanos de padre y tuvieron una madre consumida por la costura–, existía una identificación ideológica: Mariátegui consideraba que Chaplin encarnaba "el bohemio" y creía además, recurriendo a Navarro Monzó, que "el bohemio es la antítesis del burgués". De ahí que valorase así la obra de este cómico: "Charlot es antiburgués por excelencia. Está siempre listo para la aventura, para el cambio, para la partida. Nadie lo concibe en posesión de una libreta de ahorros. Es un pequeño don Quijote, un juglar de Dios, humorista y andariego". Y la prueba de ello es que en la película La fiebre del oro sólo se haya ocupado de esta fase bohemia de la epopeya capitalista. Todo esto explica, por último, el porqué del resquemor hacia Chaplin: "Norteamérica –dice Mariátegui– siente que en Chaplin existe algo que se le escapa. Chaplin estará siempre indiciado de bolchevismo, entre los neocuáqueros de la finanza y la industria yanqui".
Similar era el juicio de César Vallejo. En su artículo "La pasión de Charles Chaplin", publicado en el número 404 de la revista Mundial (9 de marzo de 1928), el vate peruano afirmaba que La fiebre del oro era "la mejor requisitoria de justicia social de que ha sido capaz hasta ahora el arte d'après-guerre", en la medida que esta película "es una sublime llamarada de inquietud política, una gran queja económica de la vida, un alegato desgarrador contra la injusticia social". Vallejo consideraba, además, que en esta obra Chaplin aparecía "como un comunista rojo o integral". Y para reforzar tal afirmación, citaba la siguiente declaración del cómico: "En Rusia se sale de estas representaciones con los ojos húmedos de llanto, pues allí se me considera como un intérprete de la vida real".
María Wiesse no disiente de las opiniones de Mariátegui o Vallejo, aunque ella ponga énfasis en el análisis de El chico. En su artículo "Los problemas del cinema", aparecido en el número 12 de Amauta (febrero de 1928), catalogaba a Chaplin como un revolucionario: "Charles Chaplin es, en el cinema, lo que Bethoven en la música y Monet en la pintura; un creador, un renovador, un revolucionario". Por estas razones, María Wiesse diferenciaba a Chaplin de los otros cómicos de la época como Harold Lloyd, Ben Turpin, Max Linde o Buster Keaton. Y se preguntaba: "¿Habéis visto El chico, ese poema de ternura, esa maravilla de gracia hecha con el candor de un niño y el genio de un hombre?".
Por último, en su artículo "Anverso y reverso del cinema", que está incluido en su libro Equivocaciones (1928), Jorge Basadre iba más lejos que sus anteriores compañeros. "Este es el siglo de Lenin y de Charles Chaplin", afirmó. ¿Por qué? Porque tanto uno como otro encarnan la sociedad y el arte nuevos. Una afirmación que Basadre ratificó, cuatro décadas y media después, cuando dijo que seguía creyendo que Chaplin era "uno de los más grandes genios del siglo XX" (Conversaciones con Basadre, Lima, Mosca Azul Editores, 1979, pág. 89). Verdad tan cierta como que no hay Chaplin sin Charlot.

Afiche del filme: Las Luces de la Ciudad de Chaplin.

(La Hoja Latinoamericana, Nr. 2, Uppsala, sep.-oct. de 1998)

Wednesday, June 06, 2007

CICLO MENSUAL DE CHAPLIN EN EL AUDITORIO DE PETROPERÙ



Chaplin, en su personaje del vagabundo, se encuentra en Klondike, atraído por la fiebre del oro. Una tormenta aparece y se ve obligado a buscar refugio, encontrando una casa aislada en las montañas, habitado por un asesino fugado, Larsen. Y si bien trata de echar al vagabundo, el huracán impide a Larsen esa tarea, trayendo además a otro huésped, el gigante Mac Kay. Tras una pelea en que queda inutilizado el rifle del fugitivo, los dos huéspedes logran quedarse. Pero pronto los afecta el hambre…
Con sus primeros filmes, Charles Chaplin se convierte en todo un icono de la cultura occidental. Director, guionista, productor y actor, Chaplin, en las cuatro películas seleccionadas para cine foro Las formas de la risa, ofrece tanto su genialidad como su extraordinario humor, con una ternura realmente asombrosa. Cada proyección cuenta con una exposición inicial de treinta minutos a cargo de Ronald Portocarrero. Asimismo, este escritor y cineasta se encargará de una reflexión-diálogo con el público asistente después de la exhibición de los filmes.